Una exposición del mensaje de Dios ".......para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia......." a toda persona que desee ponerse, humildemente, a los pies de Dios para conocerlo, experimentar el perdón de sus pecados, convertirse en su hijo y gozar las bondades de su salvación esperando su retorno.

domingo, 30 de enero de 2011

¿Será correcto o no?

En toda la historia de la humanidad y en términos generales, el hombre ha hecho lo que le place, siempre, y bien sea que se haya equivocado o que haya sido certero, eso no lo ha amilanado en la consecución de sus propósitos. Hoy vemos, más que en otros tiempos, el conglomerado de vericuetos que ha tejido, a través de los años, para andar en ellos y para hacer que otros anden, la mayor de las veces, a regañadientes. El problema que siempre se presenta es que, casi nunca el hombre se cuestiona si lo que tiene planeado hacer, lo que está haciendo, o ha hecho; será, es, o fue correcto o no. Tan solo le basta conque para él sea "correcto" aun cuando para la mayoría no lo sea y viceversa. Hay cosas que son correctas y cosas que no, pero no es sabio que nuestra unidad de medida provenga de nosotros per se, porque todos, sin Dios, adolecemos de infalibilidad.

Sin embargo y a pesar de la tal limitación, el hombre continúa tomando decisiones que, no solamente se circunscriben a su ámbito privado sino que también atañen a otros hasta el punto de comprometer sus libertades y en esto me refiero a quienes tienen en sus manos decisiones de carácter social, es decir, que nos afectan a todos, para bien o para mal. También, hemos de decir, que aunque una mayoría opte por un camino, eso no es garantía que el camino sea el apropiado. Todos, de alguna manera, hemos experimentado el fiasco de una mayoría que tomó partido de algo, y fracasó. Quizá una de las más populares, desgraciadas e históricas decisiones garrafales, de una mayoría, fue la que hizo el pueblo judío al escoger a Barrabás, para que sea excarcelado, en vez de a Cristo. Entonces, es pertinente deducir que debe existir algo superior a nuestras fuerzas y entendimiento, que nos impele a tomar decisiones en un sentido o en el otro. Hay que investigar este tema.

Ahora bien, si nos remitimos a la historia como tal, podemos ver (sin lugar a dudas) que la conducta del hombre se está deteriorando, virtualmente, desde que el hombre es hombre, es decir, desde los mismísimos Adán y Eva. Este deterioro es persistente y continuo, no da tregua nunca y aunque hubieron, hay y habrán (seguramente) hombres probos, el destino de la humanidad es la de colapsar en manos de quienes siempre han hecho lo que les da su real gana, es decir, los mismos que actualmente nos "dirigen". ¿Qué hacer frente a esta contingencia? Porque, aparentemente, parece que no existiera solución inmediata, mediata o postrera; sin embargo la hay y esta está, precisamente, en el que es el mayor de los profetas, el Profeta (Hechos 3:22) por antonomasia, Cristo nuestro Señor.

El paradigma del hombre, por excelencia es, El sacrificio por el perdón de nuestros pecados (1 Juan 2:2). En Él se conjugan todas las virtudes del Universo, toda la gloria, todo el poder, toda la magnificencia, justicia, paz, perdón, humildad, verdad y podríamos seguir mencionando todas las virtudes y buenas propiedades de la excelencia humana y, La piedra que desecharon los constructores, las seguiría desbordando con creces. Siendo esto  así ¿a qué esperar para comprometernos en seguir sus pasos? Cualquier impedimento, por más grande que sea o parezca, es nimio y palidece frente a la realidad de Nuestro Cordero pascual (1 Corintios 5:7), quien con sus brazos abiertos nos espera para que nos fundamos con Él en uno solo con Dios. Cuando nos hacemos partícipes de la naturaleza divina, un Universo insondable se abre ante nosotros para que naveguemos sin la preocupación de nuestro pasado por más oscuro que haya sido.

En la opinión de cada cual, el camino que escoge es limpio, pero hay quien pone en una balanza dicha opinión y si no compaginamos con su criterio: dasarmonizamos, distorsionamos, desacordamos, disonamos, en otras palabras, pecamos; porque del que hablamos es de Dios, nuestro Señor; dechado de poder, justicia y perfección, desamparados del cual: medramos, desatinamos, enloquecemos. Si estamos en armonía con el poderoso, el justo y el perfecto; no se admire el marchante de convertirse (como Él) en poderoso, justo y perfecto también, de modo que el enemigo no pueda contra nosotros porque lo sojuzgamos poniéndolo a nuestros pies como cuando su Hijo lo puso al resucitar de entre los muertos. Bendito sea Dios y bendito sea su santo nombre. Gloria a su nombre y a la multitud de sus hazañas. Todo lo ha hecho perfecto y en su Hijo vendrá, nuevamente, a nuestro rescate y los ojos de los que no le recibieron le verán y se postrarán delante de su nombre, gimiendo y llorando (desventurados) la locura de los caminos recorridos y la eternidad de su perdición.

......Los quiero mucho.......

martes, 25 de enero de 2011

Nuestro pecado original



Nuestra relación con Dios, o mejor dicho, la relación de Dios con el hombre; pasa primero por el establecimiento (por parte de nosotros) de los conceptos acerca de los roles que, supuestamente, deben jugar cada uno de ellos. Para los creyentes, entre otras cosas y en términos generales, Dios es el creador y el hombre la criatura -léase: hechura-. Evidentemente que, para los no creyentes, ahí se queda todo el asunto; aparentemente, porque, en realidad, su Dios es el diablo, satanás, la serpiente antigua; porque cumplen sus designios de no creer en el Dios verdadero y practican todo aquello que aquel les ordena. Así como nosotros -los creyentes- somos esclavos del Dios verdadero, ellos lo son del falso; puesto que (nosotros) practicamos la verdad y ellos la falsedad. Vistas las cosas así, es menester remitirnos a la historia de lo que sucedió en el cielo, antes que el hombre fuera creado; pues haciendo esto, tendremos una mejor conceptualización de Dios y su relación con el hombre.

Virtualmente, todos conocemos la historia. Sabemos que Dios, estando en el cielo, sufrió la rebelión del ángel Luzbel quien quiso ser igual a Él y terminó siendo Lucifer. Notemos que Dios y sus ángeles, sin distinción alguna, gozaban la gloria del cielo y estando en la gloria, se rebelaron. Esto puede resultar increíble para algunos; algo así (guardando las distancias) como que si tuviéramos aseguradas, para siempre, nuestra alimentación, nuestra ropa, nuestro techo y entrásemos a la carrera de tener más, más y más; arrastrando consigo todas las consecuencias inherentes de los que corren en aquel tropel. Aquel paraíso celestial fue replicado por Dios en la Tierra con el Paraíso para dar otra oportunidad a aquellos que se rebelaron en el cielo para encontrarse con el que nunca se rebeló: Nuestra santificación (1 Corintios 1:30).

Todos podemos concebir (por la chispa del Espíritu Santo que mora en nosotros y a pesar de nuestra maldad) lo que fue el Paraíso terrenal y lo que pudiera volver a ser. Fuimos expulsados del Paraíso terrenal por causa del pecado que fue introducido, subrepticiamente, por el diablo que engañó a Adán y a Eva, y con esto introdujo la muerte. De la misma manera que fueron engañados Adán y Eva, de esa misma manera hemos sido engañados nosotros y esto, por imposición de Dios; para que nadie pretenda justificarse hasta sentirse que puede, por méritos propios, ser igual a Dios. Vivir en el paraíso es igual a ser niño y habiendo sido, todos nosotros, niños; anhelamos aquellos días como los más hermosos de nuestras vidas y es por eso y solo por eso que queremos volver a ser niños porque sentimos, de manera directa y palpable, aunque inconscientemente, la protección de Dios.

Perdimos nuestra condición de niños cuando cometimos nuestro primer pecado, nuestro pecado original y es por eso que debemos de morir. Sin embargo, Dios no quiso ni quiere que nos quedemos desvalidos, y es por eso que ha previsto, para todos nosotros, el perdón de nuestros pecados en nuestro Sumo sacerdote (Hebreos 2:17) y es a él a quien nos acogemos y nos remitimos para dicho perdón, para así poder regresar al Paraíso terrenal y al cielo de donde nunca debimos haber caído. Éste, nuestro gran Dios y Salvador (Tito 2:13), murió por nosotros para que nosotros no muramos por nuestros pecados. Fue enviado por Dios como su Hijo, a su Pueblo, o mejor dicho, a quienes fueron su pueblo, Israel; condición que perdieron porque mataron a quien vino a decirles la verdad con autoridad.

Dios, en su Palabra, se ha expresado y se expresa, muchas veces y de muchas maneras, desde que el mundo es mundo y ahora lo hace por medio de El Verdadero (Apocalipsis 3:7),  para que no quepa ninguna duda de su poder y magnificencia. La dificultad de la incomprensión se da de muchas maneras también, así como las de su total comprensión. Esta dicotomía antagónica y sus consecuencias y/o beneficios, atañe, exclusivamente, a la mayor o menor atención que le prestemos a dichas expresiones. A menor atención por lo expresado por Dios, obedece una mayor incomprensión y viceversa; a mayor atención que le demos a las expresiones de Dios, obedece una menor dificultad en comprenderlo y conceptualizarlo. Algo así como: "Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros" y yo digo: alejaos y se alejará.

De manera que, lo incomprensible de Dios, no se lo podemos endilgar a Él, porque dicha incomprensión depende, exclusivamente, de lo mucho o lo poco que nos acerquemos y también de lo mucho o lo poco que nos alejemos. Las revelaciones de Dios están todas en la Biblia. Su comprensión dependerá, siempre, de la mayor o menor atención que le prestemos a dichas expresiones. La otra cosa importantísima, para comprender todo en absoluto, es: Fundirnos con Él en uno solo y eso lo haremos en nuestro gran Dios y Salvador (Tito 2:13), Cristo nuestro Señor. Si Cristo es uno con Dios -y lo es- y nosotros somos uno con Cristo ¿lo somos?; entonces, nosotros, somos uno con Dios. Este axioma es irrefutable, no es una teoría, es una verdad absoluta de la cual podemos dar fe miles de millones en el mundo.

Estamos en los tiempos del fin del mundo y las señales proféticas de la Biblia, que se están cumpliendo hoy, aquí y ahora, en este mundo; nos lo corroboran. Algunas cosas que eran incomprensibles antes, ahora se presentan con meridiana claridad y las que no, ameritan un mayor acercamiento de nosotros a Dios. Recordemos que, por cada paso que nosotros hagamos hacia Él, Él también lo hará hacia nosotros. Cuando estemos frente a frente con Él, nos daremos cuenta que abre sus brazos para recibirnos en Él. Es entonces que se cumple el milagro de ser uno con Él; después que le hemos escuchado, obedeciéndolo; alejándonos del pecado; después de habernos arrepentido de dichos pecados; después que hemos reconocido que, nuestro señor Jesucristo, es su Hijo; después de haber confesando su nombre; después de habernos bautizado para el perdón de nuestro pecados. Después que hemos hecho estos rudimentos del Evangelio, podemos ser, verdaderamente, hijos de Dios y constituir su nuevo pueblo.......los quiero mucho.......
Que el señor Dios, todopoderoso, los bendiga rica y abundantemente en el nombre precioso de nuestro señor Jesucristo, quien vive y reina en nuestros corazones hasta el fin.......












miércoles, 5 de enero de 2011

Siempre



Así como en el antiguo pacto de Dios, con el pueblo de Israel, las órdenes e instrucciones eran precisas; así también lo son en el nuevo pacto. Hemos de recordar que aquellos, quienes recibieron el primer pacto, no cumplieron, de manera reiterativa y como pueblo, con los dictados de Dios; sino que se rebelaron una y otra vez, y Dios, no queriéndolos destruir, aun cuando los castigaba, siempre los volvía a recibir. Pero todo cambió cuando, habiéndoles enviado a su Hijo, estos, lejos de recibirlo como lo que es (el Mesías prometido), lo mataron con muerte de cruz, haciéndolo, con esto, "maldito" (Ga. 3:13) ante sus ojos, pero no ante los de Dios, aunque la Ley lo estipulaba. Es increíble el oscurantismo, hasta hoy, del pueblo judío frente a la realidad de Cristo muerto y resucitado. Este Cristo cumplió más de 300 profecías que existen en el Antiguo Testamento y que ellos estudian hasta la saciedad, sin llegar a comprender. No pueden concebir un Mesías humilde y humillado porque ellos esperan (hasta Hoy) un "mesías" que se acomode a su gusto y a sus exigencias. Uno guerrero, orgulloso y altivo, que los represente "DIGNAMENTE". Cuando venga nuestro señor Jesucristo la segunda vez, dice La Escritura, vendrá con poder y gloria y, ciertamente, no serán ellos los escogidos porque, al crucificarlo, perdieron la potestad de seguir siendo llamados: el Pueblo de Dios. Esa potestad pasó a nosotros, los gentiles, cuando nos humillamos, reconociendo que también lo matamos, cuando andábamos en nuestros pecados.


Tan grande es el amor de Dios hacia los hombres -entre los cuales están los judíos- que aun, hasta hoy, sigue con los brazos extendidos hacia el mundo pecador, en Cristo Jesús; de manera que, hasta los propios judíos actuales, pueden acceder a ser sus verdaderos hijos y a ser ciudadanos del verdadero Pueblo de Dios, el verdadero Israel; quienes poblaremos la verdadera Jerusalén que de los cielos bajará; nosotros los cristianos. Nosotros nos gloriamos en la cruz de Cristo porque ella significa la redención de nuestros pecados. El nuevo pacto que Dios ha establecido con su nuevo pueblo es uno que, a la manera del antiguo, necesita ser observado so pena de padecer lo mismo que padecen los judíos hoy por no haber obedecido, históricamente, los mandamientos y ordenanzas de aquel primer pacto.


No crea, el hombre actual, que saldrá incólume después de una vida de pecado; no. Podría ser que haya vivido una vida regalada y que, en apariencia, no necesite de nadie ni de nada, pero la realidad es que, tarde o temprano, tendrá que rendir cuentas ante el tribunal de Dios y los ardides, estratagemas y "jugadas" que hizo para escamotear la justicia y la verdad, durante toda su vida, no le servirán de nada porque la majestad de Dios no permite que sea burlado (Ga. 6:7). Las gentes pueden ser engañadas, Dios no. Un ejercicio magro de la conciencia que todos tenemos, traerá como resultado el establecimiento de una concepción clara e indubitable de lo que realmente somos y si un resultado negativo de este balance, no nos constriñe; ni siquiera lo hará la presencia física del propio iniciador y perfeccionador de nuestra fe.


Indiscutiblemente el hombre sabe, perfectamente, lo que es bueno y lo que es malo y nadie necesita decírselo porque lo sabe por naturaleza, porque Dios nos ha puesto, a todos, el elemento de la conciencia de manera que, a través de ella, el Espíritu Santo nos hace razonar y vamos a ser juzgados por dichos razonamientos (Ro. 2:15). Ni los indoctos, ni los ignorantes, ni los analfabetos, ni nadie podrá justificarse delante de Dios aduciendo que no sabía, que no le dijeron o que no se dio cuenta porque, todos, absolutamente todos somos conscientes de lo significa el bien y el mal. Tanto así que, cuando hacemos cosas buenas, tenemos un sentimiento de satisfacción y placer; y, cuando hacemos cosas malas, tenemos una sensación de angustia, de remordimiento, de desasosiego, una mezcla de sentimientos que no podemos reprimir; aunque hay quienes no sienten absolutamente nada (Ro. 1:30-32). En los dos casos, es la voz de Dios que se complace o se entristece por lo que hicimos. Algunos perseguimos, siempre, la complacencia de Dios; otros, lamentablemente, no lo hacen; antes bien, se regodean con lo malo que hacen y, si aun tienen remordimientos, los ahogan con más maldad; se "disipan" emborrachándose, drogándose, teniendo relaciones sexuales, etc., etc., etc.


Los cristianos no nos cansaremos de redargüir, por sus pecados, a los que no lo son porque es por eso que murió Cristo por nosotros, para salvar a muchos. Os ruego encarecidamente, en el nombre del Padre eterno (Isaías 9:6), que dejéis de hacer lo malo y empecéis a hacer lo bueno porque los días son malos (Ef. 5:16). ¿Se ha imaginado, alguna vez, un mundo sin maldad ni pecado? Ese es el Paraíso que todos perdimos por un hombre, Adán, y ese es el Paraíso que es puesto en nuestras manos por otro hombre: El único y bendito Soberano (1Timoteo 6:15). No dejemos pasar, nuevamente, esta grandísima oportunidad de volver a ser llamados, con propiedad: hijos de Dios; porque lo fuimos cuando éramos niños y perdimos esa condición cuando cometimos nuestro pecado original, ese pecado que nos avergonzó cuando lo cometimos, ese pecado que nunca olvidamos porque fue el primero y tuvo consecuencias que nos hicieron reflexionar. Nosotros también fuimos como Adán y Eva; es más, todos los hombre hemos sido como Adán y Eva en su pecado original y como ellos, también, fuimos arrojados del Paraíso, de la niñez en donde nos encontrábamos. No desaprovechemos esta oportunidad para volver nuevamente de donde salimos. Cualquier persona en el mundo, si quiere un consejero personal, comuníquese conmigo, inmediatamente; en el nombre del autor de la salvación (Hebreos 2:10), le mandaré a un hijo de Dios donde quiera que Ud. se encuentre. Los quiero mucho.......


Que Dios, todopoderoso, los bendiga rica y abundantemente en el nombre precioso de nuestro señor Jesucristo, quien vive y reina en nuestros corazones hasta el fin.......



martes, 4 de enero de 2011

Mansedumbre y reverencia



No hay nada más reprobable que una fe enferma que basa sus presuposiciones en opiniones personales antes que en las escrituras. No podemos negar que existan las opiniones personales en referencia a temas bíblicos, es más, pienso que son, hasta cierto punto, saludables, porque obligan al entorno a la reflexión; por lo menos eso es lo que se espera. Uno de los problemas de los líderes de la Iglesia es que, la mayor de las veces, no exponen públicamente dichas opiniones sino que las practican abiertamente como si fueran cosa juzgada o dogma que debiera seguirse y cuando las exponen, lo hacen como tal, es decir como dogma, esperando que los demás la sigan sin importar las consecuencias. En Primera de Corintios 3, podemos ver, claramente, el significado de las opiniones y hacia dónde nos conducen cuando se esgrimen con el fin de atacar. Si bien es cierto que tenemos el derecho de la sobreedificación no es menos cierto que no podemos imponérsela a nadie, por más buena voluntad que tengamos. La sobreedificación es de carácter personal y puede ser provechosa, como no; tanto para sí como para los demás. Dios nos dice que será probada por fuego de manera que, podríamos practicarla en nuestro entorno y en nuestra congregación, pero no debemos tratar, de ninguna manera, de imponerla a toda la Iglesia en su conjunto.

Hay grupos de congregaciones que, teniendo la misma doctrina, tienen diferentes prácticas; lo triste de esta realidad es que, por causa de la práctica diferente -no pecaminosa- rompen la comunión formando "partidos" cuando Dios nos llama a la unidad. ¿Qué quiere decir esto? Que por encima de nuestras diferencias conceptuales, sobre la interpretación de la Palabra de Dios, debe prevalecer, por encima de todas las cosas, la unidad y esto se logra, evidentemente, con el amor. Amor para considerar las opiniones de los demás; amor para dejar que sobreedifiquen sin romper ni la doctrina ni la comunión. Ser muy cautos en no apoyar, de manera beligerante, ningún tipo de opinión porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios. Debemos de practicar, más a menudo, la amonestación pública de los que causan divisiones porque, hemos de recordar, tenemos un evangelio que fue defendido con la sangre preciosa del Autor de la vida y si aquel que nos precedió fue tan valiente ¿Hemos de amilanarnos frente al que grita, gesticula, bate las manos y vocifera su punto de vista? De ninguna manera, antes bien presentaremos lucha con mansedumbre y reverencia.......

No creamos, ni pensemos ni asumamos que los que prevalecen son los que hablan más fuerte, o los que tienen "poder" o preeminencia dentro de la Iglesia, no; los que prevalecen son los justos que con justicia y equidad asumen sus responsabilidades dentro de la congregación sin esperar retribución alguna sino tan solo la venia de Dios. Es, precisamente, en este punto, donde los débiles nos hacemos más fuertes como dijo Pablito. Tampoco asumamos que nuestros enemigos, en este tipo de cosas, son nuestros hermanos, no; siempre debemos tener presente que el enemigo es el tremendo diablo que ha cogido, de una o de otra manera, al hermano que, por alguna razón, actúa desacertadamente. Si él o los hermanos que asumen posiciones intransigentes e irreconciliables, es evidente que estamos frente a un sima; pero el Señor de todos nos dice también que no tengamos miedo a las divisiones porque en ellas sobresalen los que son aprobados.

La sanidad de la fe tiene mucho que ver con el alimento espiritual que consumimos y el trabajo que realizamos a favor de ejercitar las facultades que vamos adquiriendo. No podemos ni debemos ser solamente "intelectuales" del cristianismo sino que debemos practicar y ejercitarnos en la consecución de aquello que hemos aprendido y debemos hacerlo sin temor. Muchas veces hay quienes les da "vergüenza" o les da "cosa" increpar al hermano que se desvía de la fe; ¿POR QUÉ? El llamar la atención a alguien, en la Iglesia, no es una opción, es una obligación y si alguien reacciona de manera inapropiada, tenemos instancias bíblicas que nos impelen a actuar de manera decidida y justa, según Dios; usémoslas. Cuando alguien nos sale con alguna pachotada (porque le llamamos la atención), no hay que huir de la confrontación, hay que poner el pecho en el nombre de La imágen de Dios y aunque tengamos que padecer por ello -qué privilegio- no nos acobardemos porque sino, satán gana.

Recordemos también que hay instancias en las que se nos dice que reprendamos duramente a quien se lo merece: ".......Este testimonio es verdadero; por tanto, repréndelos duramente, para que sean sanos en la fe......." Recordemos también que, nuestro proceder contra los que andan desordenadamente dentro de la Iglesia, debe ser, básicamente, nuestro amor a nuestro prójimo. No permitamos jamás que, por causa de este tipo de confrontaciones, nazcan raíces de amargura que estropearán nuestras relaciones. Yo me indigno muy fuertemente contra los que, dentro de la Iglesia, cometen exabruptos; pero nunca los dejo de amar aun cuando tengo que alejarme de ellos o ellos de mi. También tenemos que tener la costumbre de ser vigilantes y atentos a los dictados del Espíritu Santo y nunca hacer conjeturas de ninguna especie si no está Él en control; no hacerlo puede significar nuestro descalabro. Los quiero mucho.......

lunes, 3 de enero de 2011

Predicó para que los hombres se salvasen.

Todos los cristianos, absolutamente todos, tenemos la comisión de predicar las buenas nuevas de salvación en Cristo Jesús so pena de caer en descrédito delante de Dios. No podemos ni debemos escamotear las órdenes como: ".......predicad, diciendo: El reino de los cielos se ha acercado......."".......Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura......."".......que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén.......". Existe una serie interminable de elementos que nos conducen a la consecución de nuestro cometido y mientras estemos andando por dicho derrotero, tendremos la venia de Dios por nuestros actos. No así el que le pone largas al asunto y no se define nunca a seguir un mejor camino del que anda. Dios es como nosotros, con la salvedad de su perfección, pero nos insta a que la alcancemos y nos pone todos los recurso para hacerlo y que al final no tengamos justificación por habernos comportado como unos patanes.

Para los que no están con la Cabeza de la iglesia, es necesario que reflexionen profundamente acerca de los caminos que andan porque conducen a la muerte y no a la vida. Personalmente les ruego (como si Dios les rogase) que tengan a bien abandonar el camino de la perdición y acogerse al de la salvación. Ya ha sido determinado un día del juicio final en el que Dios, con poder, destruirá el Universo entero con fuego; en donde no quedara una sola alma. Los que se quemen serán como los que se ahogaron por no escuchar la predicación de Noé, quien durante 120 años predicó para que los hombres se salvasen con él en el arca y no hubo quién escuchase, salvo las 7 personas que con él subieron al arca y se salvaron. Los que viven en pecado, jamás nunca podrán decir que ellos no recibieron "ninguna" amonestación de parte de Dios porque Dios clama desde dentro del corazón del hombre para instruirlo acerca de lo que debe o no debe hacer. Es el hombre quien hace caso omiso a dichas instrucciones para cometer con avidez toda suerte de pecado.

¿Por qué creen Uds. que todos los hombres anhelamos y añoramos los tiempos de nuestra niñez? La respuesta es muy simple: Porque, en ese entonces, estábamos bajo la protección de Dios y bajo esa protección nos movíamos y éramos. Sin temor a equivocarnos podemos decir que no teníamos, absolutamente, ni un solo mísero problema y aunque hubiésemos vivido en una pobreza paupérrima, ese nunca fue nuestro problema. Todos los niños hemos gozado la presencia de Dios en nuestras vidas. Lo que sucedió fue que el diablo se entremetió entre nosotros y Dios y le hicimos caso al diablo robando, mintiendo, peleando, hablando vulgaridades y un poco más grandecitos hicimos cosas vergonzosas que causa estupor tan solo el recordarlas. Evidentemente que Dios se retiró de nuestras vidas cuando empezamos a hacer cosas malas y viviendo sin Él, ya nada fue igual. Quién fuera niño de nuevo. Les doy una clave; dijo Jesús: ".......De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos......." ¿Qué quiere decir esto? Que dejemos de hacer todas aquellas cosas que no son propias de niños, sino de adultos corrompidos y que asumamos con candor la práctica del amor de Dios desechando todo lo malo.

Luego de dejar de hacer cosas malas, hay que meditar para conceptualizar que, aquellas cosas que hicimos, fueron horrendas y tremendamente pecaminosas, por las cuales debemos de tener profunda vergüenza. Es imprescindible arrepentirse por haber ofendido a Dios con tantísimos pecados y hay que tomar el serio propósito de no volver a cometerlos nunca más. Nuestro Señor Dios todopoderoso tiene complacencia en perdonarnos y lo hará si nos sometemos a sus mandamientos y de entre ellos, el que nos sirve para el perdón de nuestros pecados es el de cumplir su orden de bautizarnos porque dice: ".......Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.......". Fijémonos que después que recibimos el perdón de nuestros pecados, se nos dice que recibiremos el don del Espíritu Santo, no antes. ¿Qué quiere decir esto? Quiere decir que Dios regresa a nosotros para ser uno con nosotros como cuando éramos niños. No perdamos esta oportunidad. Acerquémonos a Él que Él se acercará a nosotros.

Yo quisiera arrebatar del fuego venidero a quienes están condenados por sus acciones porque también tenemos esa orden y es menester cumplirla para regocijo de nuestro Dios quien nos dice: ".......A otros salvad, arrebatándolos del fuego; y de otros tened misericordia con temor, aborreciendo aun la ropa contaminada por su carne......." Lamentablemente tenemos que decir que hay quienes ya no se salvarán de la condenación porque han pisoteado la sangre de Cristo con sus acciones y no tienen viso de arrepentimiento. Ya no tienen conciencia de lo que hacen y les da lo mismo matar que ser muertos; ya no distinguen entre el sufrimiento de su madre y la risa de una meretriz. Han sido entregados por el mismo Dios para que se pierdan del todo. Para Dios no hay nada imposible; Él puede hacer todo lo que el hombre no puede. Tenemos un Rey maravilloso que se ha compadecido de nosotros dándonos a su hijo Jesucristo para morir por nuestros pecados en una cruz; para que nosotros no tengamos que morir por ellos. Es imposible recibir de nadie mayor favor que el que se nos ha otorgado; recibámoslo con alegría y contentamiento; empecemos nuevamente a gozar de su presencia hasta el día de nuestra muerte. 

Los quiero mucho. Que el señor Dios, todopoderoso los bendiga rica y abundantemente en el nombre precioso de nuestro señor Jesucristo quien vive y reina en nuestros corazones hasta el fin......

domingo, 2 de enero de 2011

Una de las tantas razones.



Hay un refrán popular que dice: ".......Las buenas palabras convencen, pero el ejemplo arrastra......." De entre todos los ámbitos, en los que se pueda decir o traer a colación este refrán, el más peliagudo es en el ámbito eclesiástico, puesto que en él, casi exclusivamente, los que pontificamos debemos ser total y absolutamente consecuentes con aquello que decimos. Ya nos lo advirtió Nuestra Redención cuando dijo de los judíos religiosos encumbrados de su tiempo: ".......Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen......." Actualmente, lamento tener que decirlo, también suceden este tipo de contradicciones en los que alguien, tratando de ser "bueno", enseña a los demás lo que realmente no practica, convirtiéndose así en hipócrita. Hay otros en cambio que, sin decir nada, están en la vanguardia del buen ejemplo y las buenas obras. 


El apóstol Pablo tenía la moral suficiente y el valor de decir: ".......Porque vosotros mismos sabéis de qué manera debéis imitarnos; pues nosotros no anduvimos desordenadamente entre vosotros......." Nosotros también, como él, debemos construir, alrededor nuestro, una muralla sólida de contención moral que nos permita poder decir, sin aspavientos, lo que conviene, a quien conviene, cuando conviene, como ejemplarmente lo hacía Pablito. Pablo nunca anduvo de forma desordenada entre los cristianos y esa era una de las tantas razones por por las que podía, con moral, increpar a quien fuera y delante de todos. Decirle a alguien que nos imite (como lo hacía Pablo), lleva consigo una serie de responsabilidades que deben ser cubiertas antes de hacerlo, porque corremos el riesgo de caer en un descrédito profundo que, virtualmente, pudiera durar todo el resto de nuestra vida y nadie quiere semejante cruz.


Es muy importante que el hombre de Dios sea un ejemplo constante de buenas obras, no uno de quien casi nada bueno se pueda decir, o muy poco; sino que todo lo que de él se pueda decir, sea bueno, sobresalientemente bueno, excelente; como de alguien impoluto. Muchísimas veces son las que he escuchado (y seguramente Uds. también) a personas hablando acerca de un descalabro cometido por personas honorables. Me parece que nunca las escuché hablando, alguna vez, algo bueno de esa persona (a pesar que haya hecho muchas cosas buenas). Las escuchamos hablar de lo único malo que hizo y aunque hayan sido muchísimos los años de bien hacer, es probable que tan solo se acuerden -durante toda la vida- de lo único malo que hizo. Qué acertado es nuestro Dios cuando nos dice, en relación a esto, en Eclesiastés: ".......Las moscas muertas hacen heder y dar mal olor al perfume del perfumista; así una pequeña locura, al que es estimado como sabio y honorable......."


Labrarse un buen nombre en cualquier instancia, es absolutamente inapreciable; porque el buen nombre ni se compra ni se vende; es algo que se logra a fuerza de pulso en el buen hacer durante muchisisísimo tiempo; de manera que si lo queremos, hemos de empezar ya, inmediatamente. La mejor guía para lograrlo siempre será el Espíritu Santo de Dios. La buena fama de alguien no es, de ninguna manera, fortuita; el que la tiene, virtualmente, no necesita de recomendaciones ni de currículum vítae para reafirmar quién es. Dios nos lo dice acertadamente cuando afirma: "....... De más estima es el buen nombre que las muchas riquezas, Y la buena fama más que la plata y el oro......." De manera que si tenemos un buen nombre y una buena fama; tenemos motivo de regocijo perpetuo por una riqueza inapreciable que no se agota, salvo con el pecado.

sábado, 1 de enero de 2011

Ahora os jactáis.



Siempre será muy bueno tener satisfacción por causa del trabajo que hacemos a favor de la proclamación del Evangelio de Dios porque, haciéndolo, nos convertimos en instrumentos en las manos de Dios y ser un instrumento en las manos de Dios es un privilegio que, personalmente, no lo cambiaría por nada del mundo. En este punto es menester recordar que, a pesar de todo lo que buenamente pudiéramos hacer a favor de la difusión de la Palabra de Dios la "jactancia" que eventualmente pudiéramos tener, es mesurada por el recuerdo de Lucas 17:10 que nos dice: ".......Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos......." En todo caso, nuestra admiración proviene del poder del Espíritu de Dios que actúa en y con nosotros, como cuando actuó con Pablito quien en Romanos 15:19 dijo: ".......con potencia de señales y prodigios, en el poder del Espíritu de Dios; de manera que desde Jerusalén, y por los alrededores hasta Ilírico, todo lo he llenado del evangelio de Cristo......."


No es que la cibernética nos dé, solamente, mayores y mejores facilidades para la predicación sino, más bien, se podría decir que nos ha arrebatado las "excusas" para no hacerlo porque sin importar ni la fecha ni la hora ni, casi, ninguna otra condición, el ciberespacio está abierto las 24 horas del día para predicar; bien sea a una o a miles de personas. La única condición es estar bien en la presencia de nuestro Dios, es decir, estar en comunión. Cuando esto es así, Él se complace en asistirnos por medio de su Espíritu y esa recreación es inefable para los que nos dejamos guiar. No es que nuestra sapiencia sea la que se destaca sino que es el propio Dios que se manifiesta a través de ella según sea que nos abramos a ella o nos cerremos.


A mayor conocimiento e involucramiento en el estudio, análisis y meditación de las cosas de Dios y en las "mundanas" también, más consolidación en los conceptos y aplomo en lo establecido pero, también, un refinamiento de los ardides del maligno para que "pisemos el palito" de la vanidad, vanagloria y suficiencia como si los conocimientos que adquirimos provengan de nosotros mismos cuando, en verdad, provienen de Dios. Nuevamente salta a la palestra nuestro querido Pablito para recordarnos que: ".......Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno......." (Ro. 12:3).


Podemos jactarnos, hasta cierto punto, de las cosas que hacemos, o hemos hecho, siguiendo los dictados de Dios, las otras jactancias pueden ser malas. Creo que hay jactancias humildes y las hay de las malas también como nos lo dijo Pablito al escribirle a Santiago: ".......Ahora os jactáis en vuestras soberbias. Pero Toda jactancia semejante es mala......." Normalmente, aquella jactancia mala, se refiere al alardeo que podemos hacer por causa de nuestro "poder", cualquiera que este sea; desde los de carácter doméstico y privado hasta los de carácter público y/o mundial. Los unos y los otros tienen el viso de pecado y es menester alejarse de ellos. Los quiero mucho.......