Dice sobre el juicio, el diccionario de la Real
Academia Española, en la primera de sus ocho acepciones: “…….Facultad del alma,
por la que el hombre puede distinguir el bien del mal y lo verdadero de lo
falso…….”
Siendo el juicio, como es, una facultad del alma del
hombre, no podemos sustraernos del imperativo de su uso. Juzgamos,
virtualmente, todo, y nada se escapa a nuestro juicio, por lo menos, todo
aquello de lo cual tenemos conciencia.
Todos los actos de los hombres son juzgados por Dios y
los hombres juzgan sus propios actos y los de aquellos de los cuales toman
consciencia. Todos los actos de Dios son buenos pero los de los hombres son
buenos y/o malos. Siempre existe una definición en el valor de un acto y eso es
por el juicio que le infringimos; todos somos responsables del juicio que
emitimos sobre nuestros actos y sobre los actos de los demás, cuando juzgamos. Hay
un juicio que es verdadero y ese es el de Dios; si queremos que nuestros
juicios sean verdaderamente buenos, tenemos que remitirnos al juicio de Dios
para encontrar infalibilidad en la emisión de nuestros juicios.
Dios provee al hombre de la capacidad de saber cuáles
son sus juicios, siempre y cuando, el hombre, esté atento a los dictados de
Dios en todo tipo de asuntos ya que Dios se los remite a través de la
conciencia de cada cual. El hombre siempre escucha los juicios de Dios acerca
de lo que debe hacer o no hacer, virtualmente desde que tiene uso de razón y Dios
empieza a imputarle sus faltas, como pecado, cuando el hombre escamotea esos
dictados, es decir, cuando no les hace caso y cuando eso sucede, su conciencia
lo acusa directamente por el remordimiento que siente desde la primera vez. Hay
quienes empiezan a saborear las mieles del pecado haciendo caso omiso a los
remordimientos que siente y hace como que no los sintiera para cometer con
avidez todo tipo de pecado. Cuando el hombre se acostumbra a escamotear la
veracidad de los juicios de Dios, empieza a rodar por el abismo de la sinrazón
y desemboca en el precipicio de la desgracia.
Una de las cosas que podemos y debemos hacer, cada
cierto tiempo, para cerciorarnos del buen camino que hemos escogido, es el auscultar nuestros corazones por medio de la
revisión de nuestro lenguaje ya que, muchas veces, cuando no recapacitamos
acerca de lo que decimos, no podemos saber en qué estado está nuestro corazón.
No podemos ni debemos hablar por hablar y esto hacemos cuando no meditamos
acerca de lo que decimos. El juicio de Dios nos alcanzará por cada palabra
ociosa que hayamos vertido y, precisamente, una de las especializaciones de
satanás para hacernos caer, es la de tentarnos a decir cosas sin reflexionar.
Cuando reflexionamos lo que vamos a decir, estamos invitando a Dios a que
apruebe aquello que vamos a decir y si hacemos ese ejercicio desde hoy, pronto
nos daremos cuenta que nuestro lenguaje se acomoda más y más al juicio de Dios,
de modo que hablamos solo cosas verdaderas. Hay que recordar que en Mateo
12:36 Jesús mismo nos advierte: “…….Mas yo os digo que de
toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día
del juicio…….”
En el aprendizaje de las cosas de Dios, hay un tiempo
en el que necesitamos avanzar; no podemos estar siempre con la cantaleta de
necesitar que se nos esté diciendo, a cada rato, qué es lo que necesitamos
hacer, decir o pensar. Debemos considerar que hay, alrededor nuestro, quienes
necesitan, más que nosotros, una palabra de aliento, un consuelo, alguien en
quién creer y si nosotros, a nuestra vez, no avanzamos con decisión en el
conocimiento de la verdad, somos, entonces, de los que retienen la verdad con
injusticia y la ira de Dios se cierne contra nosotros, como dice Pablito en Romanos
1:18: “…….Porque la ira de Dios se revela desde el cielo
contra toda impiedad e injusticia de los hombres que detienen
con injusticia la verdad…….” No solamente retenemos la verdad para
nuestro beneficio sino que también se la retenemos para el beneficio de todos
aquellos que nos podrían escuchar referirlas a partir del momento en que
nosotros la recibimos.
Las cosas básicas del Evangelio, que en Hebreos 6 se
las llama [muy apropiadamente] “…….rudimentos de la doctrina de Cristo…….”,
deben pasar a un segundo plano como objeto de estudio profundo para que, de esa
manera, ir adelante a la perfección y al alcance de lo que significa juicio y
muchas otras cosas más, entre los cristianos. El juicio eterno de Dios, que en Hebreos
6:2 se hace mención, es uno de los indicativos, a partir
del cual, podemos perfeccionar el ejercicio de nuestro juicio. Todas las otras
menciones de la palabra juicio, también tienen que ser analizadas. Hay lugares
en los que la palabra “juicio” no se menciona y, sin embargo, se ejerce muy
claramente; es nuestro deber el dilucidarlas como Salomón nos lo dice en Proverbios
25:2 “…….Gloria de Dios es encubrir un asunto;
Pero honra del rey es escudriñarlo…….” ¿No somos, acaso, reyes y
sacerdotes?
Tenemos que establecer, entonces, que existen dos
tipos de juicio: El de Dios y el de los hombres. Sabemos, por antonomasia, que
el juicio de Dios es verdadero y el del hombre lo es, en la medida en la que se
alinea con el de Dios. Cuando esto no sucede, se producen las injusticias.
Pablito fue llamado a juicio y sometido a la cárcel injustamente, como lo
podemos ver en: Hechos
26:6
“…….Y ahora, por la esperanza de la promesa que hizo Dios a nuestros padres soy llamado a juicio…….” No nos llame la atención si nosotros, por cosas menores de las que Pablo fue acusado, seamos vilipendiados como delincuentes, siendo justos.
“…….Y ahora, por la esperanza de la promesa que hizo Dios a nuestros padres soy llamado a juicio…….” No nos llame la atención si nosotros, por cosas menores de las que Pablo fue acusado, seamos vilipendiados como delincuentes, siendo justos.
Muchas veces, por causa de las tradiciones y las
costumbres que tuvimos, antes de ser cristianos; tomamos como normales ciertas
actitudes que, en realidad, no lo son. Si nos remitimos a Mateo
5:22, podemos ver lo que Cristo dijo referente a esta
realidad: “…….Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano,
será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será
culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al
infierno de fuego…….” Si nos analizamos, podemos ver cuánto nos hemos
perfeccionado en el camino de Dios.
Los quiero mucho.
Que el señor Dios, todopoderoso, los bendiga rica y
abundantemente en el nombre de nuestro señor Jesucristo; quien vive y reina en
nuestros corazones hasta el fin.