Una exposición del mensaje de Dios ".......para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia......." a toda persona que desee ponerse, humildemente, a los pies de Dios para conocerlo, experimentar el perdón de sus pecados, convertirse en su hijo y gozar las bondades de su salvación esperando su retorno.

viernes, 5 de febrero de 2010

Guardaos de toda avaricia.




Lucas 2:13-15 “…….Le dijo uno de la multitud: Maestro, di a mi hermano que parta conmigo la herencia. Mas él le dijo: Hombre, ¿quién me ha puesto sobre vosotros como juez o partidor? Y les dijo: Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee…….” El hombre “natural” tiene una sola consigna para su vida y esta es la de querer tener más, más y más, haciendo que esto gire alrededor de su vida por siempre, cuando no permite que Dios lo instruya. Lo peor de todo es que, la mayoría de las veces, piensa que Dios está y/o tiene que involucrarse en esa vorágine de querer alcanzar lo máximo de cosas en esta vida, craso error. Nos ha dicho, más bien: “.......!Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!.......” (Mr. 10:23).

En el Evangelio de Lucas 12:13, encontramos un pasaje en el que se hace alusión a “…….uno de la multitud…….” -que puede ser cualquiera de nosotros- el cual pretende involucrar al Hijo de Dios en su problema personal pidiéndole que le diga a su hermano que parta la herencia con él. Cualquiera pudiera pensar que la tal petición es normal, pero no lo es porque Jesús, guiado por el Espíritu Santo, le hace ver que él no ha sido puesto por Dios, sobre la Tierra, para ventilar asuntos particulares, sin ninguna trascendencia antropológica. Sin embargo, entendiendo las motivaciones de los involucrados y en una generalización en su respuesta, le dice a la multitud primeramente: “…….Mirad, y guardaos de toda avaricia…….” Se lo dice a los hermanos, se lo dice a la multitud y se lo dice al mundo entero. Por un lado, le está diciendo con otras palabras, al que no quería partir la herencia, que es avaro y recomienda a todos la necesidad de guardarse de toda avaricia. Para la clarificación del concepto, debemos decir que avaricia es: “Afán desordenado de poseer y adquirir riquezas para atesorarlas”. Según la Real Academia Española.

A reglón seguido nuestro Señor agrega: “…….porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee…….” Como si esto fuera poco hay quienes se preguntan, aun: “¿En qué consiste entonces la vida?” Yo les puedo decir que: En todo lo contrario. No procuremos la obtención de bienes como cosa a qué aferrarnos porque la misma no nos conviene ni conviene a nuestro prójimo debido a que ello acarrea injusticias de todo tipo, puesto que la obtención de más bienes posterga las necesidades de los más pobres. Lo que nos conviene es buscar el reino de Dios (Lucas 31).
Piense Ud., por ejemplo: El solo hecho de fumarse un cigarro equivale a quemar un pan y esto, simplemente, es una injusticia y “.......Toda injusticia es pecado.......” (1 Juan 5:17) Ahora bien, considerando que existen no menos de 1000 millones de fumadores en el mundo, quiere decir esto que se queman 1000 millones de panes y esto, solamente, en el supuesto negado que dichos fumadores se fumen un cigarro al día. La contraparte es que existen en el mundo cerca de 1000 millones de personas que viven en la pobreza extrema, es decir, que viven con menos de un dólar diario. Por este simple ejemplo podemos convenir que, fumarse un cigarrillo es una injusticia y la injusticia es un pecado. No seremos condenados por fumarnos un cigarrillo, bebernos una cerveza o hacer cualquier otro derroche, no; seremos juzgados por la injusticia que ello representa.

Si fumarse un cigarro es una injusticia, también lo es el ser avaro. La vida del hombre consiste en buscar el reino de Dios como dice Lucas 12:31: “…….Mas buscad el reino de Dios, y todas estas cosas os serán añadidas…….” Las cosas que nos serán añadidas, mientras buscamos el reino de Dios, son todas las cosas que necesitamos para nuestra normal subsistencia en este mundo. Por supuesto que no necesitamos cigarrillos ni los miles de cosas que se parecen a esta.
La avaricia de unos pocos hombres nos está llevando, actualmente, a la destrucción de la economía mundial y con ello a la destrucción de muchas vidas. Bien lo dijo Pablito en Santiago  4:1-3: “.......¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? Codiciáis, y no tenéis; matáis y ardéis de envidia, y no podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que deseáis, porque no pedís. Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites.......” Los que hacen las guerras esgrimen una retahíla de motivos para justificar su acción; pero nosotros, los cristianos, sabemos los verdaderos motivos; de modo que no podemos ser engañados; guerrean porque quieren más, más y más.
La avaricia no es privativa de los ricos, los pobres también pueden convertirse en miserables codiciando los bienes ajenos y mesquinando lo poco que pudieran tener. La contraparte de una conducta de esta naturaleza, es la misericordia, la compasión y el amor; la confianza absoluta en Dios que nos impele, avasalladoramente, a desprendernos de todo a favor de los demás. Dijo Jesús, de la viuda que dio su ofrenda, en Marcos 12:44: “.......pero ésta, de su pobreza echó todo lo que tenía, todo su sustento.......” Desde Cristo y paulatinamente se dejó de practicar la Ley mosaica y, dentro de esa Ley, la obligación de dar el diezmo. No hay nada que hacer que tenemos un nuevo y mejor pacto con Dios y por haber pactado con Él hemos recibido el perdón de nuestros pecados y la promesa de una vida eterna en su gloria. Hay que dar como nos lo hayamos propuesto, según 2 Corintios 9:7: “.......Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre.......” Uno puede comprobar si es, o no, avaro cuando dá con alegría y sin obligación. Los quiero mucho. Que el señor Dios, todopoderoso, los bendiga rica y abundantemente en el nombre precioso de nuestro señor Jesucristo, quien vive y reina en nuestros corazones hasta el fin.......
Dante Chalco Vargas