Una exposición del mensaje de Dios ".......para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia......." a toda persona que desee ponerse, humildemente, a los pies de Dios para conocerlo, experimentar el perdón de sus pecados, convertirse en su hijo y gozar las bondades de su salvación esperando su retorno.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

No más nuestra voluntad.


El tiempo de la manifestación de la palabra de Dios, por medio de la predicación, llega al hombre de manera precisa e inequívoca; ora que la quiera escuchar, ora que no. Ora que por una o por varias veces; siempre se manifiesta hasta de manera inconsciente; como cuando el malo a su hijo dice: “no hagas eso”; porque su conciencia (que viene de Dios) le dicta lo que conviene, no solo a él. O cuando el bueno increpa a su prole también: “no es bueno mentir hijitos”. Así también Pablo, escribiendo a Tito, reconoce que hay un debido tiempo en el que Dios se manifiesta al hombre, como cuando dice: “…….y a su debido tiempo manifestó su palabra por medio de la predicación que me fue encomendada por mandato de Dios nuestro Salvador…….” Tito 1:3. Reconocer esto tiene la implicancia de visos de perpetuidad.
En tanto y en cuanto el hombre su muestra ávido por escuchar las manifestaciones de Dios a los hombres, en todas las instancia, en esa misma medida es que Dios regala de su Espíritu, a los hombres, sin medida. Porque a Dios lo escuchamos o no lo escuchamos; pero cuando lo escuchamos, la condición debiera ser que lo escuchemos de por vida, en todo. ¿No es así que nos convertimos, verdaderamente, en instrumentos en las manos de Dios? Y si nos convertimos en instrumentos en las manos de Dios ¿Acaso será conveniente regresar para seguir haciendo lo nuestro? Ciertamente que no. Qué tontería, qué desperdicio, qué desprecio. Andar en las manos de Dios nos asegura la herencia de poseerlo todo y cuando decimos todo, realmente es todo; porque a Dios le place entregarnos todo.
Muy diferente es la suerte de los que se rebelan en contra de Dios para cometer, con avidez, toda suerte de pecado. Qué desperdicio, qué irresponsabilidad, qué tontería. La insistencia que le imprimimos al cometido de Dios de extender su gloria a todos, nos habla de su paciencia y de su amor para con todos. Muchos de los que quieren ser “dioses”, ya hubieran destruido la humanidad, hace pocotones de años y se hubieran hecho una a su medida, conforme a su semejanza. Para estos “lo principal” es ver cumplidas sus concupiscencias. Para ellos Dios hará juicio en donde los dejará convictos de todas sus obras impías que han hecho impíamente, y de todas las cosas duras que los pecadores impíos han hablado contra él.
La Iglesia de Cristo la conformamos todos aquellos que alguna vez fuimos impíos como el que más y aunque nos avergüenza nuestro pasado, nadie puede avergonzarnos porque hemos recibido la misericordia de Dios quien nos ha perdonado de todos nuestros pecados y nos ha dado la renovación de su Espíritu, el cual posemos todos. Estamos libres de pecado porque nos los ha perdonado a través de la sangre de nuestro Señor Jesucristo quien murió en la cruz por nosotros, por nuestros pecados. Bendito sea Dios y bendito sea su santo nombre. La vida se acaba inexorablemente y en el más allá, cuando no haya más esperanza de vida, será muy tarde para tomar la decisión que debemos tomar hoy.