Una exposición del mensaje de Dios ".......para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia......." a toda persona que desee ponerse, humildemente, a los pies de Dios para conocerlo, experimentar el perdón de sus pecados, convertirse en su hijo y gozar las bondades de su salvación esperando su retorno.

viernes, 26 de noviembre de 2010

Engañados de la historia.



La meridianidad de la Palabra de Dios siempre ha sido, es y será contundente por donde quiera que se la mire, pero su interpretación, extrapolación u obviedad es “harina de otro costal”. Me refiero a que, por ejemplo, los hindúes tienen una retahíla de Dioses a quienes se encomiendan, según su parecer y los católicos una de santos; como si lo fueran. Unos, otros y ajenos no quieren o no pueden conceptualizar que: “…….Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre…….” 1 Timoteo 2:5. De manera que, si pretendemos una comunicación efectiva con Dios, hay que conceptualizar, primero, que Él es único, es decir, no comparte con nadie su supremacía y potestad aun cuando nosotros, los cristianos, somos uno con Él en el Hijo de Dios.
Asimilado este concepto y para efectos de nuestra comunicación con Dios, con la oración, Jesucristo ha sido constituido como el único mediador entre Dios y los hombres –los otros sobran-; de modo que, si pretendemos ignorar, pasar por alto o desconocer esta verdad; nunca podremos establecer un vínculo real con Dios si no es por medio de Cristo Jesús. Quiere decir que toda rogativa, oración, petición, acción de gracias, súplica o pedido de intersección; no prosperará si no es hecha en el nombre de Jesús. El mismo Cristo Jesús lo dijo: “…….No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé…….” Juan 15:16. Podemos añadir otros versículos.
Hay que abrir los ojos a la verdad porque nosotros somos los responsables del engaño, que cualquiera urde contra nosotros, si no confirmamos lo que se nos dice, si no estudiamos, si no investigamos, si no consultamos, si no preguntamos, si no confrontamos. Yo también fui uno de los millones de engañados de la historia que, hasta hoy, se siguen sumando, inmisericordemente, a las filas de los ilusos. Me incliné ante las “7000 vírgenes” y les rendí pleitesía a los “18000 santos”. Prendí velitas a los beatos, recité responsorios a los mártires, besé cristos de yeso y me santigüe ante los “1000 altares”. Qué desperdicio, qué vergüenza, qué ignorancia. A Dios gracias que me liberé, como lo pueden hacer los esclavizados.
Orar a otro, que no sea Dios; en el nombre de otro, fuera del Hijo de Dios; es un flagrante pecado y un desprecio descomunal al autor de la vida. Hay un refrán muy popular entre los hispanoparlantes: “…….yo no hablo con los payasos, yo hablo con el dueño del circo…….” Es para destacar, como todos sabemos, que sabemos de la existencia del más importante de nuestros interlocutores, en cualquier asunto y en este, referente a Dios, es el más importante. No debemos, pues, ni invocar en oración a otro que no sea Dios ni hacerlo en el nombre de otro que no sea Cristo. El siguiente paso debe ser, como no, poner en práctica lo hoy aprendido; no hacerlo es seguir perpetuando el engaño y la condenación que se cierne sobre nosotros.