Una exposición del mensaje de Dios ".......para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia......." a toda persona que desee ponerse, humildemente, a los pies de Dios para conocerlo, experimentar el perdón de sus pecados, convertirse en su hijo y gozar las bondades de su salvación esperando su retorno.

martes, 16 de noviembre de 2010

Este mundo se va a pique


La necesidad que tienen de Dios, los que padecen, es perentoria y es fe del hombre de Dios velar por cubrirla. El tiempo que tenemos para predicar es corto y los días son malos (Ef. 5:15-17). Es importante reconvenirnos, a nosotros mismos, acerca de la necesidad de clamar a nuestro Dios, en principio y ponernos manos a la obra en la consecución de coadyuvar a Dios en la obra redentora de nuestro señor Jesucristo. No seamos necios, como lo fue Jonás en su momento, que necesitó que un pagano le avisara acerca de su responsabilidad de clamar a nuestro Dios por la salvación de todos. Dice en Jonás 1:6 “…….Y el patrón de la nave se le acercó y le dijo: ¿Qué tienes, dormilón? Levántate, y clama a tu Dios; quizá él tendrá compasión de nosotros, y no pereceremos…….” Sin lugar a dudas, hay quienes nos necesitan urgentemente.

Es importantísimo que conceptualicemos la figura metafórica del atalaya, que salvaguardaba las fortalezas, con la realidad de nuestro cometido como cristianos delante del mundo, como salvaguardas de la integridad de los humanos. Es nuestra responsabilidad avisar a todo el pueblo las acechanzas de nuestro común enemigo, el diablo; pues bien dice la Palabra: “…….Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar…….” (1 P. 5:8). Pero algunos por su nonatismo y otros por su infantilismo espiritual, no se persuaden de las acechanzas de nuestro enemigo y son fácil presa de él; pero nosotros, los que avizoramos su embestida desde lejos, tenemos que advertirles.


Hay millones de maneras de predicar porque el Espíritu de Dios nos asiste en esa tarea. Lo que tenemos que hacer es sintonizar adecuadamente nuestro receptor espiritual para que, en el momento adecuado y según su concejo, abramos la boca en su nombre y para que al abrirla tengamos la autoridad debida, siendo escuchados, aunque sea a regañadientes. Evidentemente que primero tenemos que hacer de nosotros un dechado de virtud o por lo menos, en aquello que hablamos, podamos ser tomados como un ejemplo. “.......Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren........” (1 Ti. 4:16). Una cosa muy diferente sería tratar de pontificar siendo pecadores nosotros.


No seamos ociosos sino que hagamos con diligencia la encomienda de Dios. Si por medio de la predicación de cada uno de los cristianos una sola persona se convirtiera, por cada cristiano, por año; todo el mundo pudiera ser convertido en menos de 10 años. Pero esa no es la realidad, lamentablemente. Como quiera que sea, no nos durmamos como Jonás en el fondo del barco que se hunde; porque para todos es patente que este mundo se va a pique y no hay nada que lo detenga pero si por ventura se salvasen algunos por nuestra predicación, albricias, enhorabuena. Vamos a despertarnos, clamemos a nuestro Dios para conquistar el mundo para Dios y ejercitémonos con ahínco y pundonor en la noble tarea de arrancar de las garras de satanás a quienes han sido tomados como prisioneros.


Es muy lamentable que, para la Iglesia y para el mundo, aun existan hermanos que, después de muchos años, aun persistan en pecar; y no hablamos de pecados ocacionales sino de pecados reiterativos que no tienen ya razón de ser y que arrastran a otros a justificarse en la comisión de los propios. Particularmente he escuchado, en conversaciones de personas, propias y extrañas, decir cosas como: “Ese “hermanito” esta más perdido que el diablo”. “Si así son los cristianos, para que me voy a convertir”. “Dice que es cristiano y tiene dos mujeres”. Como estas frases, quizá muchos de nosotros hemos escuchado otras tantas y seguramente que las seguiremos escuchando. Debemos tener en cuenta que no debemos ni podemos ser tropiezo de nadie y no permitamos que nadie sea tropiezo nuestro. Recordemos como Jesús increpó al propio apóstol Pedro, a quien amaba, cuando este quiso ser su tropiezo: “.......Pero él, volviéndose, dijo a Pedro: !!Quítate de delante de mí, Satanás!; me eres tropiezo, porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.......” Mt. 16:23.


¿Como podemos tener la pretensión de convertir al mundo si nosotros mismos no estamos totalmente convertidos? Una cosa es ignorar las profundidades de Dios y otra muy diferente es conocerlas y seguir pecando. A los que todavía siguen preguntando las mismas preguntas durante largo tiempo; Lucas, en Hebreos, los increpa duramente cuando les dice: “.......Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido.......” He. 5:12. Debemos tener en cuenta, también, que la ignorancia de la Palabra de Dios, no es una justificación para poder pecar y mucho menos para seguir pecando; porque si así fuera, los que no son cristianos estarían justificados delante de Dios; pero no lo están, porque el Espíritu Santo de Dios redarguye, a todo mortal, por la comisión de cualquier pecado.


Recordemos que la conversión es una carrera que tiene que ser corrida con paciencia y perseverancia como lo dice He. 12:1: “.......Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante.......” En este punto hemos de identificar cuál es aquel peso al que alude el autor de Hebreos. Fijémonos que el autor hace una diferenciación entre peso y pecado. El peso es la congoja que produce el haber pecado sin haberse arrepentido y el pecado que nos asedia son las oportunidades diarias que tenemos para pecar. Eso es parte de la carrera del cristiano y dependiendo del mayor o menor tiempo que nos tome la resolución de nuestro conflicto con el pecado, es que pasaremos a mayores y mejores resoluciones, como la de, por ejemplo: Estudiar más concienzudamente la Palabra del Señor.


Pedrito resume bien este conflicto cuando nos instruye en 2 de Pedro 3-10: “.......Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia, por medio de las cuales nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina, habiendo huido de la corrupción que hay en el mundo a causa de la concupiscencia; vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. Pero el que no tiene estas cosas tiene la vista muy corta; es ciego, habiendo olvidado la purificación de sus antiguos pecados. Por lo cual, hermanos, tanto más procurad hacer firme vuestra vocación y elección; porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás.......” El término de nuestra conversión puede comprobarse cuando no pecamos jamás; como lo dice Pedrito en este último verso: “.......porque haciendo estas cosas, no caeréis jamás.......”


Los quiero mucho. Que nuestro Dios, todopoderoso, los bendiga rica y abundantemente en el nombre precioso de nuestro señor Jesucristo, quien vive y reina en nuestros corazones hasta el fin.......