En la historia de la relación de Dios con los hombres,
destaca, por antonomasia, la relación que este tuvo con el pueblo judío y en
esta, es conveniente resaltar uno de los momentos cúspides del mismo, el cual
fue cuando Josué se dirige a los judíos para recordarles que Dios había peleado por ellos y que por esa causa se encontraban en reposo. El amor de Dios se había
manifestado para echar a las naciones que antes poblaban el área entre el río
Jordán y el mar Mediterráneo, pero aun quedaba por conquistar el área desde el
río Jordán hasta el río Éufrates como también había sido prometido por Dios. La fidelidad de Dios con sus
promesas ha estado ligada, desde tiempos inmemoriales, por la fidelidad que los
hombres le dispensaron desde los albores de la humanidad. La fidelidad de Dios
hoy, depende de la nuestra hacia Él.
La condición de la fidelidad que los judíos debían
observar, para que Dios cumpliera su promesa, fue estipulada por Él, de manera
directa y precisa a su pueblo por medio de Josué. Todavía existía una gran obra
que hacer destruyendo las naciones que quedaban en aquel vasto territorio desde
el río Jordán hasta el río Éufrates. Dios les había declarado que iba a echar a
esas naciones y que ellos poseerían su territorio; pero junto con esto les recordó
la necesidad de observar todo lo que estaba escrito en la ley de Moisés, sin
apartarse a ningún lado. Las cosas más importantes que destacó fueron: No
mezclarse, conyugalmente, ni con las naciones conquistadas ni por las
conquistar; no jurar en el nombre de sus dioses, no servirles, ni que se inclinasen delante de ellos. Debían de seguirle,
fieles, como habían hecho hasta ese entonces.
Dice en Josué 23 :9 “.......Pues ha arrojado Jehová
delante de vosotros grandes y fuertes naciones, y hasta hoy nadie ha podido
resistir delante de vuestro rostro.......” una realidad vivida que confirma la
fidelidad de Dios para quienes fueron su pueblo. Esa sensación de triunfalismo
verdadero la podemos sentir los cristianos de hoy en nuestra realidad contemporánea
y con un valor agregado inconmensurable porque, a diferencia de los judíos, a
quienes se les prometió una tierra, se les dio y que la perdieron por causa de
sus pecados; Dios, nos ha prometido el cielo y la vida eterna junto a Él. Qué
excelencia, qué diferencia, qué increíble. Esto es inefable. De manera que, si
a ellos nadie les resistió (hasta ese entonces). ¿Cuánto más, acaso, podrá
resistirnos a nosotros el Diablo y sus huestes? Hemos doblegado al pecado y
hemos vencido al Diablo en nosotros haciendo que Dios gobierne en nuestros
corazones.
Es historia conocida que los judíos desobedecieron todas
las recomendaciones y mandamientos de Dios y acarrearon para sí la condenación,
que hasta hoy los sigue, porque una de las maldiciones que Dios les advirtió
que sucedería, les está sucediendo hasta hoy, después de cientos de años. Dios les advirtió que, si ellos desobedecían sus mandamientos, las naciones que quedasen en
aquellos territorios, no serían arrojadas (como lo había prometido), sino que
se convertirían en laso, tropiezo, azote para sus costados y espinas para sus
ojos. Esto es lo que hoy vemos. Quieren recuperar el territorio que tuvieron
con el rey David y Salomón y no se persuaden que la voluntad de Dios va por
otro lado en Cristo Jesús. La única manera en la que Dios puede considerar a
los judíos y a cualquier otro habitante de la tierra, independientemente de su
raza, es que obedezcan sus mandamientos en Cristo Jesús. No hay otra manera de
agradarlo.
Actualmente, lo que
tenemos que hacer es un ejercicio mental con nuestra imaginación y debemos
imaginarnos lo que sería nuestra vida si Dios pelease por nosotros nuestras
batallas, tal y como peleó por los judíos cuando entraron a la tierra
prometida. Podemos tener la seguridad que vamos a vencer todas las batallas
porque estamos predestinados para vivir una eternidad en su gloria. Bien nos
dice Romanos 8:37: “…….somos más que vencedores
por medio de aquel que nos amó…….” Siendo verdaderos cristianos, no
habrá nada que nos pueda doblegar en este mundo. Vivir en la gracia de Dios es
tener la seguridad que, estando en sus manos, todo lo que nos pase será para
nuestro bien.
Los
quiero mucho. Que Dios, todopoderoso, los bendiga rica y abundantemente en el
nombre precioso de nuestro señor Jesucristo, quien vive y reina en nuestros
corazones hasta el fin…….