Una exposición del mensaje de Dios ".......para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia......." a toda persona que desee ponerse, humildemente, a los pies de Dios para conocerlo, experimentar el perdón de sus pecados, convertirse en su hijo y gozar las bondades de su salvación esperando su retorno.

domingo, 1 de enero de 2012

Amémonos


Dice 2 de Juan 1:5: “.......Y ahora te ruego, señora, no como escribiéndote un nuevo mandamiento, sino el que hemos tenido desde el principio, que nos amemos unos a otros.......”

El ruego que el apóstol Juan hace a, aparentemente, María, la madre de Jesús; es uno que impele, a través de los tiempos, no solo a María sino a todos los que leemos, para que reflexionemos acerca de la necesidad perentoria de amarnos los unos a los otros. La singularidad del amor es que es un mandamiento, no es una opción que puede o no puede tomarse, es un mandamiento que tiene que ser cumplido so pena de ser infeliz.

El cumplir los mandatos de Dios no nos molesta ni nos caen pesados, mucho menos podríamos decir que los tales son intolerables. Realmente no nos cuesta nada ni nos produce menoscabo, muy por el contrario, nos favorecen en todos los sentidos. Lamentablemente hay quienes, inclusive, montan en cólera cuando, de alguna manera, tienen que confrontarse con esa realidad. Juanito nos lo dice en su primera epístola, capitulo 5, versículo 3 cuando menciona: “.......Pues este es el amor a Dios, que guardemos sus mandamientos; y sus mandamientos no son gravosos.......” Descubrimos también, en este pasaje, que la mejor demostración de nuestro amor a Dios es cuando guardamos sus mandamientos y si uno de sus mandamientos es el que nos amemos, pues adelante, amémonos.

Una de las mejores maneras en las que podemos aquilatar el amor de nuestro señor Jesucristo, es cuando reflexionamos acerca de su magnificencia y su poder. Jesús, antes de encarnarse como hombre, estaba con Dios y era uno con Él, de modo que era Él, es decir, era Dios. La gracia de nuestro señor Jesucristo fue la de despojarse de su investidura de Dios. Cristo se despojo de su magnificencia, su poder y su riqueza para venir a esta Tierra a morir por nosotros, por nuestros pecados. Si era Dios, quiere decir que tenía dominio sobre todo y que todo le pertenecía y su amor por nosotros fue tan pero tan grande, que dejo todo por nosotros; se hizo pobre por nosotros y vivió, la vida que vivió, por amor a nosotros. Dice Pablito en 2 Corintios 8:9: “.......Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos.......” Siendo Dios y siendo rico no se aferro a esa condición como lo dice Pablito en Filipenses 2:5-8 “.......Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.......” En la historia de la humanidad no existe tamaña manifestación de amor hacia los hombres y, virtualmente, no la habrá. Cuando estamos en pecado, somos hijos del diablo y no podemos hacer nada, por nosotros mismos, para regresar a la condición de hijos de Dios. No hay nada más preciado que ser hijo de Dios y nosotros, los que hemos abrazado la fe de Cristo nuestro señor, hemos sido enriquecidos con la gloria que a Él le pertenecía y no por ello, la misma haya ha sido menoscabada un solo ápice.

En el evangelio de Lucas 11:42, Cristo nos dice: “.......Mas ¡ay de vosotros, fariseos! que diezmáis la menta, y la ruda, y toda hortaliza, y pasáis por alto la justicia y el amor de Dios. Esto os era necesario hacer, sin dejar aquello.......” No hay nada más triste que pasar por alto la justicia y el amor de Dios. Muchas veces, el hombre se ensimisma de tal manera que, llega a pensar que el mantenerse ocupado en sus rituales es sinónimo de hacer el bien; aunque puede que sea bueno todo aquello que pueda estar haciendo, le puede acontecer lo que a los fariseos que, ocupándose de los rituales, pasaron por alto lo que es más importante para Dios, es decir: El hacer justicia y el recibir el amor de Dios en Cristo Jesús.

Cuando practicamos el amor en todas sus instancias, sintonizamos con Dios directamente y es Él quien toma las riendas de nuestro destino, haciéndonos caminar por su sendero. Cuando el hombre se apodera de esta circunstancia, tiene la confianza en que, todo lo que piense, haga o diga, tendrá la venia de Dios. Amarnos unos a otros es amar a Dios porque presuponemos que todos están en Dios y si todos están en Dios y nosotros amamos a todos; entonces estamos amando a Dios en todos los que son uno con Dios. Ciertamente que no todos los hombres son de Dios pero si, a pesar de ello, nosotros amamos a todos los hombres como si todos fueran de Dios, siempre estaremos viendo la manifestación de Dios en todos y estuviéramos admirando a Dios en todos y esta consideración nos hace aceptos, inclusive, entre los que no tienen a Dios porque se sienten tratados con consideración, como si fueran de Dios.

Pablito declara, con profunda sabiduría, en Efesios 3:14-19 “.......Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios.......” El deseo de Pablito es que los efesios y nosotros también, recibamos de Dios fortaleza y que esta fortaleza se manifieste dentro de nosotros con poder con la ayuda del Espíritu Santo de Dios. Él invoca a Dios para que, todos quienes lo escuchamos, hagamos que Cristo more dentro de nosotros, en nuestros corazones. Dios es amor; si Dios y Jesucristo son uno, Jesucristo también es amor. Si nosotros y Cristo nos hacemos uno, entonces nosotros con Cristo y Dios, también seremos amor con ellos. Cuando echamos raíces y construimos en amor nuestras vidas e involucramos a nuestros hermanos en la dispensación de nuestro amor, alcanzamos la plenitud de nuestra capacidad para comprender, como debe ser comprendido y conocido, el amor de Cristo Jesús. Esto está muchisisísimo más allá que el conocimiento secular del mundo; no hay ni punto de comparación. Estar lleno de la plenitud de Dios es regresar a ser la imagen y semejanza de Dios. Dios quiere que seamos perfectos hoy. No lo dejemos con las manos estiradas, amémonos unos a otros y seamos uno con Él.

Los quiero mucho.

Que el señor Dios, todopoderoso, los bendiga rica y abundantemente en el nombre precioso de nuestro señor Jesucristo, quien vive y reina en nuestros corazones hasta el fin.......