Una exposición del mensaje de Dios ".......para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia......." a toda persona que desee ponerse, humildemente, a los pies de Dios para conocerlo, experimentar el perdón de sus pecados, convertirse en su hijo y gozar las bondades de su salvación esperando su retorno.

martes, 9 de febrero de 2010

En ocasiones nos indignamos



En el libro Hechos, 23:23-35, del Nuevo Testamento de Dios a los hombres, se describe la forma en que el apóstol Pablo es trasladado por los soldados romanos, quienes dominaban al pueblo judío en aquel entonces; porque 40 judíos mafiosos se habían conjurado para matarlo. Para nosotros, los cristianos, parece ser que no existiese nada fortuito, virtualmente, en el devenir de nuestras existencias. Ciertamente que muchas de las cosas que nos suceden son de manera fortuita, como lo que le aconteció a Pablo en aquel momento, pero cuando reflexionamos en los acontecimientos, nos damos cuenta que, para bien o para mal, siempre la mano de Dios está presente. Si los soldados romanos no hubieran arrestado al apóstol Pablo, en aquel momento que lo hicieron, y si no lo hubieran trasladado después a Cesarea, lo más probable es que los judíos lo hubieran matado, tal como se habían conjurado un grupo de ellos.
Los cristianos de hoy no estamos exentos de sufrir las mismas persecuciones que sufrieron quienes nos antecedieron en la historia del cristianismo pero, una condición sine cua non para padecerla; debemos  comprometernos totalmente en la difusión del evangelio porque los más “afectados” con nuestra prédica son quienes más comprometidos están con el pecado y tal es su afición al mismo que están dispuestos a matar con tal de seguir en sus disoluciones. Sin embargo, nosotros no vamos al encuentro de nuestra muerte, en este cometido, porque, si ese fuera el caso, la prudencia nos dice que no debemos comprometernos; pero ojo, no huimos de la muerte. Como quiera que no existe esa preocupación, entre los que predicamos la Palabra de Dios; seguimos adelante en nuestro cometido de predicar la Palabra de Dios, aunque nos maten.
En principio, nuestras motivaciones para todo lo que hacemos, son y deben ser, cristocéntricas; y teniendo el amor de Dios con nosotros, al igual que Él por nosotros, nos compadecemos de quienes se encuentran esclavos del pecado, aunque en ocasiones nos indignamos, porque sabemos por experiencia vivida, el sufrimiento que acarrea moverse en el pecado. Tampoco esto quiere decir que somos indolentes frente a las “consecuencias” de nuestra prédica pero las asumimos con hidalguía, entereza y resignación en la confianza imperecedera y cierta de un nuevo y mejor amanecer; tanto para nosotros como para los receptores incondicionales de la fe en Dios y de su Hijo Jesucristo. La cárcel de Pablo fue ocasión propicia para que muchos gobernantes escuchasen la Palabra de Dios. Las vicisitudes que podamos experimentar, mientras estamos en la obra del Señor, es la garantía, irrefutable, que estamos por buen camino.
El apóstol Pablo sufrió, en carne propia, innumerables padecimientos por causa de la predicación de la cruz de Cristo, y de ellas, hasta donde sabemos, siempre salió incólume y, aunque tengamos que sufrir la muerte; como nuestro hermano Esteban, Pablito e innumerables hermanos hasta hoy, no nos amedrentamos; es más, pensamos que sería glorioso morir por causa de la predicación de Cristo resucitado. Finalmente Pablo fue ejecutado como consecuencia de su predicación. Hay contradicción con respecto a que si fue lapidado, degollado o crucificado.
El mismo Pablito declaró de sí mismo en 2 Corintios 11:24-26: “.......De los judíos cinco veces he recibido cuarenta azotes menos uno. Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como náufrago en alta mar; en caminos muchas veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación,peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos;.......” y sin embargo Lucas, en Lucas 17:10 nos advierte: …....Así también vosotros, cuando hayáis hecho todo lo que os ha sido ordenado, decid: Siervos inútiles somos, pues lo que debíamos hacer, hicimos.......” De esta manera no nos vanagloriemos, más que de la cruz de Cristo. Pablo también acierta al decirnos en Romanos 12:3 “.......Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno.......” Este pasaje nos sirve para cuando somos tentados a vanagloriarnos de las cosas hechas a favor de la obra del Señor, en vez de gloriarnos de salvación recibida por su sacrificio de muerte, en una cruz.

Esos 40 “judíos” facinerosos, del primer siglo, que se confabularon contra Pablo y juraron no comer hasta cumplir con matarlo, pero que no pudieron hacerlo, ahora me dan risa. Qué chistoso, me imagino cómo estarían de lánguidos sus rostros después de dos, tres o más días y cómo, desde el primero hasta el último, tuvieron que empezar a comer para no morirse de hambre. Qué horrible el fracaso que sufrieron. Todas las confabulaciones de los que están en contra de los cristianos, no pueden prosperar y si aparentemente prosperan, aunque muramos, somos vencedores; porque la maldad no se enseñoreó de nosotros, después de conocer a Cristo.
Lo que no resulta gracioso es que existan personas que vean estas cosas como lejanas y ajenas a su proyecto de vida, que se excusen una y otra y otra vez de comprometerse y que lleguen a tal punto en su negación de Dios que, aunque no participen en la muerte directa de los inocentes que mueren por amor a Dios, se complacen con quienes los matan y con todo aquel que practica el pecado abiertamente, tal como lo declara Pablito en: Romanos 1:31-32: “....... necios, desleales, sin afecto natural, implacables, sin misericordia; quienes habiendo entendido el juicio de Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las hacen, sino que también se complacen con los que las practican.......” No piensen los tales que Dios no les espetará su responsabilidad, ciertamente que sí y los condenará por ello también, si acaso no le escuchan, obedeciéndole. Serán condenados desde la injusticia de fumarse un cigarrillo hasta la de no hacer absolutamente nada, nada, nada por los 1000 millones de personas hambrientas en el mundo.
Muy diferente será la suerte de quienes sientan en carne propia las consecuencias de predicar la Palabra de Dios. Serán glorificados en el día del juicio y vivirán una eternidad con Dios. No hay alegría más grande en la vida y en este mundo que la de ser esclavo de Dios en Cristo Jesús. No importan las circunstancias que nos toquen vivir y morir, si estas están aprobadas por Dios; el gozo será supremo en su presencia y aun cuando tengamos la soga al cuello y estemos sufriendo, si no, que lo testifiquen mis hermanos…….Los quiero mucho. Que nuestro Dios, todopoderoso, los bendiga rica y abundantemente en el nombre precioso de nuestro Señor Jesucristo, quien vive y reina en nuestros corazones hasta el fin.......