Una exposición del mensaje de Dios ".......para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia......." a toda persona que desee ponerse, humildemente, a los pies de Dios para conocerlo, experimentar el perdón de sus pecados, convertirse en su hijo y gozar las bondades de su salvación esperando su retorno.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Nosotros también debemos perdonar.


Los que creemos en Dios tenemos una herramienta increible en la oración puesto que es la comunicación directa con Dios para alabarle y después para pedirle por nosotros. Hay algunas reglas que se encuentran alrededor de la oración. Lo que primero señala Jesucristo, es que no imitemos a los hipócritas que gustan de orar en público para ser vistos por los hombres. Una demostración de esto es el muro de las lamentaciones que usan los judíos en Jerusalén. Dice Jesucristo que estos ya tienen su recompensa por este tipo de oración. Cristo dice: “…….Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público…….” Mateo 6:6.
Luego nos advierte que no usemos de vanas repeticiones, como lo hacen los musulmanes y los católicos con sus rezos y letanías repetidos durante siglos y a los cuales Cristo les llama palabrerías. Él nos advierte que, si lo hacemos de esa manera, no seremos oídos por Dios y nos recuerda que Dios sabe perfectamente lo que necesitamos antes que nosotros se lo pidamos. Tenemos que seguir recordando (sobre todo a los católicos) que, el Hijo de Dios, recomendó que la oración debe ser dirigida a nuestro Padre celestial y a ningún otro personaje más. No existe ninguna justificación para orar a otr@ que no sea a nuestro Dios Padre. ¿Por qué contradicen los católicos a Jesucristo? Orar a otro personaje, que no sea Dios, es despreciar, olímpicamente, a nuestro Padre celestial.
Nos dice el Hijo de Dios que hay que santificar el nombre de Dios. Al querer y decir que sea santificado el nombre de Dios, es la expresión de nuestro deseo que todas las cosas del Universo reconozcan que Dios es el autor supremo de todo lo que se ve y lo que no. Desear que venga su reino es la expresión de nuestro deseo que no quede un solo vestigio, en el Universo, ni del pecado ni de la maldad. Decir que se haga su voluntad es mostrar nuestra conformidad con sus mandatos, ordenanzas y recomendaciones; las cumplidas, las que se están cumpliendo y las que se cumplirán en todo el Universo y en el cielo. Nos dice Jesús que debemos recordarle nuestras necesidades primarias como el comer, dándonos a entender con esto que las demás necesidades pasan a un segundo plano.
Cuando nos dice que le pidamos que perdone nuestras deudas, se refiere, básicamente, al perdón de nuestros pecados y no, precisamente, a nuestras deudas económicas, las que, de todos modos, tenemos que honrar. La condición es que nosotros también debemos perdonar a quienes nos deben, moral o físicamente. Cuando nos dice que le pidamos que no nos meta en tentación es porque Dios siempre nos prueba para que fortalezcamos nuestro espíritu. Que le pidamos que nos libre del mal, es que nos acompañe en nuestra lucha contra las tentaciones para no caer en ellas y para que salgamos fortalecidos después de pasarlas. El reconocimiento que Él reina, que es poderoso y glorioso, no ha de faltar.