Una exposición del mensaje de Dios ".......para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia......." a toda persona que desee ponerse, humildemente, a los pies de Dios para conocerlo, experimentar el perdón de sus pecados, convertirse en su hijo y gozar las bondades de su salvación esperando su retorno.

jueves, 17 de marzo de 2011

Por los siglos de los siglos.......



El no dar por descontada la existencia de Dios, presupone un obstáculo mayor en la consecución de la conformación de las estructuras nobles de nuestro yo interno; es decir, al no ser nobles (dichas estructuras), son endebles, nimias y/o falaces; esto, naturalmente, tiene una consecuencia que establece una diferencia en el modo de actuar de aquellos, en comparación con quienes sí damos por descontada la existencia de Dios. Esto no fuera problema, hasta cierto punto, si no fuéramos seres sociales con la necesidad perentoria de interelacionarnos entre humanos y es ahí donde se producen las antipatías y/o las empatías, según sea el caso. Una persona sin Dios es un ser no digno de confianza puesto que, al no tener Dios, su escala de valores se transtoca de manera tortuosa hasta el punto que, las tales personas, llegan a perder la concepción entre lo bueno y lo malo. Como quiera que sea, que hemos de vivir en sociedad, es en virtud de esa razón que Dios aboga, y nosotros con Él, para que sea difundida su Palabra, fiel garante de la esperanza que todo puede ser mejor.


El apóstol Pablo, ante la majestad de la presencia de Dios en su vida declaró: ".......Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios Y a Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén......." (Ef. 3:14-21)


La conceptualización de la grandeza de Dios pasa, en principio, por la magnanimidad de su poder, en función de lo cual fuimos nosotros creados. Entre tener que escoger este concepto como propio y desecharlo por la limitación de la concepción de un "big-ban" fortuito, al comienzo de los tiempos, es lógico reconocer que la concepción de Dios, cualquiera que esta sea, es infinitamente más grande que las elucubraciones grandilocuentes de aquellos que creen que tienen a Dios agarrado de las barbas. Todas aquellas cosas que la ciencia descubre están dentro de la concepción de nuestro Dios, Él las contiene en sí mismo y se place en revelárnoslas, de manera espontánea, cuando bien le pluge y necesitamos.


Hay un hombre interior predestinado a alcanzar el poder de Dios para manejarse, eficientemente, en su interrelación con la sociedad; sin embargo, esta predestinación es menospreciada, olímpicamente, por la mayoría de la humanidad y las consecuencias, normalmente, son los problemas sociales que, a través de la historia, se han manifestado, manifiestan y manifestarán, hasta la segunda venida de Cristo. Cuando digo problemas sociales, me refiero a todos los problemas sociales habidos y por haber; desde los de carácter doméstico hasta los que atañen, virtualmente, a todo el mundo. Sin temor a equivocarnos, los cristianos sabemos, a ciencia cierta, que ninguno de los problemas sociales de la actualidad existirían si la humanidad se hubiera sujetado bajo el régimen de Dios y de su hijo Jesucristo. Todavía hay tiempo.


El Espíritu Santo de Dios, al hacer nido en los corazones de los hombres, de modo que nos fundimos en uno con Él; hace que la figura de Cristo, con todos sus atributos, vaya siendo constituida en nosotros hasta el alcance de su estatura y plenitud. Conforme esto sucede, el entendimiento, cimentado en el amor, empieza a invadir las dimensiones de su integridad hasta coparlas y sobrepasarlas, de modo que empezamos a profundizarnos en la infinidad de su eternidad, en donde encontramos el gozo verdadero, profundo e inefable, que no tiene parangón. ¿Cómo no dar loas y gloria a quien nos concede, gratuitamente, tan inefable don? Al mundo esto les parece locura y les es incomprensible y a nosotros nos parece locura que aquellos desprecien tan inapreciable regalo que puede ser tomado hoy.......Los quiero mucho......