Una exposición del mensaje de Dios ".......para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia......." a toda persona que desee ponerse, humildemente, a los pies de Dios para conocerlo, experimentar el perdón de sus pecados, convertirse en su hijo y gozar las bondades de su salvación esperando su retorno.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Él siempre está ahí.


El libro de Lamentaciones plasma, en toda su intensidad, el dolor de un pueblo que, habiendo tenido todo, ya no tiene nada, porque tener todo es tener a Dios y no tener a Dios es no tener nada, aunque todo se tenga. “…….!!Cómo oscureció el Señor en su furor a la hija de Sion! Derribó del cielo a la tierra la hermosura de Israel, Y no se acordó del estrado de sus pies en el día de su furor…….” Lamentaciones 2:1. Cada uno de los versos del libro de Lamentaciones de la Biblia nos habla del dolor que se siente cuando Dios está ausente y ya no nos ampara, aunque estemos amparados. Perder la consideración de Dios es sumirse en la noche más oscura de nuestra vida, aunque haya luz.

A Dios se le pierde por muchas razones; todas nuestras. Cuando perdemos a Dios, la mayor de las veces, nos damos cuenta, muy tarde, de la necedad de nuestro andar y prácticamente no hay remedio. No hay nada peor que perder la esperanza y encontrarse abatido en cualquier lugar. Todo lo sabemos a infierno y los consuelos no consuelan. Qué amargura, qué dolor, qué congoja, qué tristeza sin fin. No hay a dónde ir, aunque sobran los lugares; no hay con quién hablar, aunque nos hablen; no hay de qué reír, aunque todos festejen; no tenemos qué decir, aunque queramos. Estar sin Dios es no vivir, aunque se viva. Sin Dios no tiene sentido vivir porque es vivir sin sentido; es vivir por vivir. Qué pena.

Recrearse en Lamentaciones es repasar el sentimiento de los que ahora sufren por haber desechado a Dios en sus vidas; por no haberlo tomado en cuenta en ninguna de sus acciones, es haberlo conceptualizado de manera antojadiza y es haberlo menospreciado minimizando su actuar en nosotros hasta hacerlo desaparecer, aunque Él siempre está ahí. Cuan triste se pone mi Dios cuando ve que lo abandonan y desprecian la sangre de su Hijo; tan triste como el que añora su cuidado cuando ya no lo tiene. Indefectiblemente el diablo es atrozmente malo y perverso porque, cuando así nos ve, se regodea de contento y con malicia ríe al ver nuestro sufrir, disfrutando su triunfo sobre el bien y nosotros como sus secuaces, confundidos y traicionados, vueltos unos esperpentos, como vómitos grotescos.

Si acaso aun alguno, por esperanza clama, la misericordia de Dios se inflama y extendiendo sus potentes brazos, nos aúpa y apapacha auxiliándonos mientras nuestro llanto enjuga. Qué hermoso, gozoso y seguro es estar bajo su cuidado y que el diablo no nos alcance nunca. Los malignos serían perdonados, todos los homicidas, ladrones y adúlteros. Los fornicarios y prostitutas, los maricones y las lesbianas, los indecentes y los corruptos, los pederastas y los estruposos, los maldicientes y los hipócritas, los mentirosos y los calumniadores. Hasta los judíos que mataron y siguen matando a Cristo serían perdonados. Porque Dios no desecha al alma contrita, ni el corazón compungido, ni al hombre arrepentido de sus pecados sino que lo perdona por causa de la sangre de nuestro señor Jesucristo.

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