Una exposición del mensaje de Dios ".......para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia......." a toda persona que desee ponerse, humildemente, a los pies de Dios para conocerlo, experimentar el perdón de sus pecados, convertirse en su hijo y gozar las bondades de su salvación esperando su retorno.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Invitados al Nuevo Pacto.


Las profecías e instrucciones que recibió el pueblo de Israel por boca de los profetas Jeremías, Esdras y Zacarías con respecto a la restauración, por segunda vez, del Templo de Salomón en el monte Moriah, son indubitables y contundentes y, ciertamente, no dan lugar a dudas de ninguna naturaleza; tanto es así que se animaron, provisionalmente y antes de la reconstrucción del Templo, a restaurar, primero, el altar del holocausto como reza el siguiente versículo: “…….Y colocaron el altar sobre su base, porque tenían miedo de los pueblos de las tierras, y ofrecieron sobre él holocaustos a Jehová, holocaustos por la mañana y por la tarde…….” Esdras 3:3. Podemos ver, hasta hoy, la gran solicitud y misericordia que Dios tenía por lo que, otrora, fue su pueblo. El Pueblo de Dios. Título perdido por su pecado.
Pero las cosas, de un tiempo a esta parte, han cambiado de manera radical puesto que, después de restaurado el Templo por segunda vez, los judíos se volvieron a empeñar en la comisión desaforada de todos los pecados habidos y por haber. Dios, insistiendo en su misericordia hacia ellos y visto el descarrilamiento general, les mandó a su propio Hijo, Jesucristo; pero ellos lo mataron en una cruz, como todos sabemos. Cristo resucitó al tercer día, se apareció a muchos y ascendió a los cielos delante de 500 testigos judíos. De las cosas más significativas que ocurrieron con la muerte de Jesús, está la rasgadura del velo, que separaba el lugar santo del lugar santísimo en el Templo de Salomón y esto significó el rompimiento del pacto de Dios con el pueblo de Israel para dar paso al Nuevo Pacto con los gentiles.
Antes que los gentiles fueran invitados al Nuevo Pacto, hubo un remanente pequeño del pueblo de Israel que recibió a Cristo como el Mesías, esperado por Israel, quienes se convirtieron a la doctrina de Cristo y se hicieron sus seguidores. Cuando la casta clerical de los judíos se enardeció en contra de los judíos, seguidores de la real doctrina de Cristo; organizaron una persecución en contra de dichos seguidores y a la cabeza pusieron al celoso fariseo Saulo de Tarso quien aprobó la lapidación del primer mártir cristiano, Esteban y consiguió cartas del sumo sacerdote para perseguir a los seguidores de Cristo, fuera de los límites de Jerusalén. Los apresaba y los encarcelaba solo por creer en Cristo.
A Saulo de Tarso (que también es Pablo), que perseguía a los cristianos, se le presentó –en el camino a Damasco- Cristo resucitado y después de increparle su actitud y enceguecerlo, después de tres días convirtió su alma, del más fiero perseguidor histórico de los discípulos de Cristo, al más increible evangelista de las buenas nuevas de Dios. Ni los judíos, ni los musulmanes, ni los pecadores en general han creído la historia que hay alrededor de nuestro señor Jesucristo y Dios aun espera, hasta hoy, que todos a una procedan al arrepentimiento pero la dureza de sus corazones se hace cada día más y más patente y no cejarán en dicha dureza sino hasta que vean a Cristo venir en las nubes con poder y gloria. Será muy tarde. 

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