Una exposición del mensaje de Dios ".......para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia......." a toda persona que desee ponerse, humildemente, a los pies de Dios para conocerlo, experimentar el perdón de sus pecados, convertirse en su hijo y gozar las bondades de su salvación esperando su retorno.

lunes, 1 de agosto de 2011

Matrimonio y parafernalia.

Es necesario hacer una dicotomía que establezca la diferencia de significados concernientes a lo que es el matrimonio, en sí mismo y lo que es la parafernalia correspondiente al mismo. Creo que no hay mejor definición del matrimonio que la que hace nuestro señor Jesucristo cuando parafrasea Génesis 2:24 en Mateo 19:5 diciendo: ".......y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne?......." Dejar al padre y a la madre no es un ejercicio aislado en donde los padres, de pronto, ven que su hijo ya no se encuentra en casa más porque se fue con una mujer, aunque en extremo lo es. Aquí se nos habla de la generalidad de la acción y es, en este punto, donde la parafernalia asume su rol, según la cultura que la instituyó. Quienes obvian toda clase de parafernalia, por diferentes motivos, no pueden sustraerse de la consideración que Dios tiene acerca del asunto y es que, quien se une, en el coito, con otra persona del sexo opuesto, se hace una sola carne con aquella y, por lo tanto, se sujeta a la condición de Dios que, a reglón seguido y en boca de Cristo nos dice también: ".......Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre......." (Mateo 19:6). La visión de Dios es que, la mujer y el hombre, que se unen sexualmente, conforman una sola carne y que Dios, quiérase o no, propició esta unión.


Siendo esta le condición de Dios y entendiendo el hombre la seriedad de este principio, es que arma, a través del tiempo y según su cultura, toda la parafernalia alrededor del matrimonio, que conocemos hasta nuestros días. El hombre, social y antropológicamente, ha comprendido profundamente el significado de tan grande acontecimiento y mira en ello la continuidad y la perpetuación de la especie y, francamente, celebra que así sea; es por eso el esmero que vemos, en la constitución de la parafernalia, por las diferentes culturas. Unos hacen fiesta por varios días, todos se atavían con sus más regios vestidos, otros lo celebran con música y danzas, casi todos intercambian regalos, en fin; realmente sería largo, muy largo tener que describir las increíbles parafernalias que todas las culturas han tejido, a través del tiempo, alrededor del matrimonio. El mayor problema que ha surgido y que ha acompañado a las parafernalias, tanto culturales como cívicas, es la de creer que, primero, la ceremonia cívica del matrimonio, es la que determina la validez del mismo. La otra consideración errónea es, también, la de creer que, la ceremonia religiosa del matrimonio, es la que determina su validez. Ni los poderes cívicos de las naciones ni las ceremonias religiosas de todas las iglesias pueden declarar, a los contrayentes, marido y mujer. Lo más que pueden hacer estas parafernalias es celebrar que Dios los ha unido y reconocer que así es.


Si no hay consumación carnal de los contrayentes, no hay matrimonio. Los contrayentes podrán haberse jurado amor eterno delante del juez civil y de los oficiantes religiosos también, pero si no han sido una sola carne, delante de Dios no tienen ningún tipo de vínculo, aunque hayan celebrado siete días de fiesta matrimonial. Todas las situaciones que se puedan presentar, deben ser analizadas bajo el contexto de lo que Dios dice respecto al matrimonio y no de lo que a nosotros se nos antoja dilucidar. Para comenzar, hemos de condenar lo que Dios condena. Hay quienes piensan que podemos acostarnos con cualquiera y ".......no pasa nada......." Piensan que fornicar es como comerse un bocado de pan y que no tendrá consecuencia ese tipo de acciones y que solo tenemos que "limpiarnos la boca". Yo quisiera recomendar, a quienes no han tenido relaciones sexuales, que cuando sientan aquel deseo ardiente de fornicar, que piensen seriamente en casarse y que empiecen a buscar la pareja con quien quisieran pasar el resto de sus vidas. Tengan por seguro que Dios estará con Uds. hasta que cumplan dicho propósito, independientemente de los años que tengan porque, como dice Dios: ".......pero si no tienen don de continencia, cásense, pues mejor es casarse que estarse quemando......." (1 Corintios 7:9). Lógicamente que, si tienen el don de continencia, no tienen por qué casarse aun. Cuando tengan una pareja para casarse, comuníquenlo a sus padres, familiares y amigos, para compartir la alegría.


Lo ideal sería que siempre, los padres, estén de acuerdo con nuestros deseos. Cuando es así, aunque no haya dinero, si estamos sujetos a Dios, serán momentos inolvidables de felicidad compartida; porque los padres nos alegramos que nuestros hijos se unan en matrimonio como Dios lo estipula y los hijos quisiéramos siempre honrar a nuestros padres en todo, sobre todo en estos asuntos de unión matrimonial. Muy diferente es cuando los jóvenes toman la determinación de ser una sola carne y no comparten con nadie la dicha "alegría" sino cuando es demasiado tarde. Ya no existe la misma alegría cuando "celebramos" un matrimonio que fue consumado, mucho antes, que cuando lo hacemos después de comunicar a todos que nos vamos a unir en matrimonio. Nunca me olvidaré de un joven que conocí en la ciudad de Maracaibo, Venezuela; este joven me contó que nunca había tenido relaciones sexuales hasta el día de su matrimonio y que su novia fue virgen hasta ese día. Su narración era la de alguien que evocaba un acontecimiento de su vida que lo marcó para siempre con el sino de la felicidad y la alegría de vivir, un cristiano a todas luces. También me dijo que su hijo nació, exactamente, nueve meses después de su matrimonio. Hasta hoy estoy alegre con él, aunque no lo he vuelto a mirar más desde ese momento, hace más de veinticinco años. Cuando dos personas solteras se atraen sexualmente, lo primero que deben hacer es pensar en el matrimonio, aunque no se conozcan. Cuando lo hacen y se recrean en ese pensamiento, la mayor de las veces, mientras se conocen, los deseos se diluyen. Cuando los mismos persisten, es importante pensar en casarse para no quemarse.


Es muy bonito evocar los acontecimientos previos al matrimonio, sobre todo, los de la parafernalia. Muy diferente es la de los que no tienen nada que decir alrededor de esto porque hicieron las cosas desordenadamente; sin embargo, nunca es tarde para resarcirse de todo lo malo que hicieron, arrepintiéndose, pidiendo perdón a Dios y no volviendo a pecar. La vida de santidad es excelente por antonomasia y es la que todos los cristianos deseamos, a todos quienes no la tienen. La misericordia de Dios sigue extendiéndose e inundando todos los rincones de la existencia y no hay nadie que pueda sustraerse de la grandeza de su acción. Los pecados de los hombres se hacen más y más evidentes para que, teniendo vergüenza de haberlos cometido, tornen su mirada a Dios. Hay otros que son desvergonzados y no les interesa, absolutamente nada, que sus pecados sean revelados; es más, parece que se pavonearan con orgullo por estarlos cometiendo. Cuando Dios ha juntado a un hombre con una mujer, ha ejercido su voluntad y si nosotros o cualquiera trata de separar aquello que Dios ha juntado, tendrá que atenerse a las consecuencias. Ni Dios ni nosotros deseamos nada malo para la gente pero la gente no puede burlarse de Dios tratando de ridiculizarlo como si este no existiera; nadie puede ni debe burlarse de Dios y salir ileso de su atrevimiento: ".......!!Horrenda cosa es caer en manos del Dios vivo!......." (Hebreos 10:31). Los quiero mucho.......



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