Una exposición del mensaje de Dios ".......para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia......." a toda persona que desee ponerse, humildemente, a los pies de Dios para conocerlo, experimentar el perdón de sus pecados, convertirse en su hijo y gozar las bondades de su salvación esperando su retorno.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Glosolalia



Después de la muerte de Cristo, el don de hablar en lenguas, sin conocerlas, fue una facultad concedida a los discípulos de Cristo, por el Espíritu Santo de Dios. Esta habilidad, la cual –técnicamente- se llama glosolalia, sirvió para que los discípulos de Jesús pudieran hacerse entender, de una sola vez, a todos los judíos que habían venido a la fiesta de la Pascua, en aquel año; ya que, por causa de ser de diferentes lugares del mundo conocido de entonces, hablaban diferentes idiomas y eso dificultaba, a los discípulos, dejarse entender. Esa es la causa por la que se produjo este milagro de hablar en lenguas; por causa de los oyentes, que eran de diferente nacionalidad. En esos instantes, todo el pueblo Israelí se encontraba conmocionado por la crucifixión y muerte de Jesús, que había acontecido momentos antes de la Pascua de ese mismo año. Otra de las cosas que, posiblemente se estarían comentando en esos momentos, tuvo que haber sido la resurrección de Jesucristo, amén de toda la historia de su vida, las profecías de su venida, la multitud de testigos de sus milagros, de cada una de sus palabras y su ascensión a los cielos. Todos esos instantes, en los que comenzaron a hablar en lenguas, sucedieron después que todos los cristianos y la gente de la ciudad, escucharon un fuerte estruendo, tal como se narra en Hechos 2:1-13 que a la letra dice: “…….Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen. Moraban entonces en Jerusalén judíos, varones piadosos, de todas las naciones bajo el cielo. Y hecho este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua. Y estaban atónitos y maravillados, diciendo: Mirad, ¿no son galileos todos estos que hablan? ¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido? Partos, medos, elamitas, y los que habitamos en Mesopotamia, en Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia, en Frigia y Panfilia, en Egipto y en las regiones de África más allá de Cirene, y romanos aquí residentes, tanto judíos como prosélitos, cretenses y árabes, les oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios. Y estaban todos atónitos y perplejos, diciéndose unos a otros: ¿Qué quiere decir esto? Mas otros, burlándose, decían: Están llenos de mosto…….”
Mucho tiempo después y a instancias del apóstol Pablo, quien aún no era discípulo de Cristo cuando estas cosas acontecieron; la Iglesia de Cristo de Corinto fue reprendida por causa de la práctica desordenada de la glosolalia y en 1 Corintios 14:18-20, Pablito les dice a quienes la practicaban: “…….Doy gracias a Dios que hablo en lenguas más que todos vosotros; pero en la iglesia prefiero hablar cinco palabras con mi entendimiento, para enseñar también a otros, que diez mil palabras en lengua desconocida. Hermanos, no seáis niños en el modo de pensar, sino sed niños en la malicia, pero maduros en el modo de pensar…….” El apóstol Pablo, sin demasiados aspavientos y en otras palabras, les dice a los hermanos de Corinto, que practicaban la glosolalia, que esa práctica es cosa de inmaduros porque no tiene ningún beneficio si no hay quien interprete el idioma en que se habla. Hay que comprender que, ciertas prácticas del primer siglo del cristianismo y otras más recientes, no tienen por qué tener vigencia en nuestros días, porque fueron practicadas de manera circunstancial; del mismo modo que, si queremos implementar ciertas prácticas que, sin ir contra el fundamento de Cristo, nos pueden servir para la edificación de la Iglesia, deben ser bienvenidas. Hay hermanos que dogmatizan, innecesariamente, conceptos como “…….hablar donde la Biblia habla y callar donde calla…….” Suena muy bonito, pero frente a la realidad de las escrituras, no tiene validez. Si este dogma, como muchos otros, son aceptados por la Iglesia de Cristo sin cuestionamientos, sepan que, quienes los aceptan, coartan la libertad de la Palabra, tal como la podemos encontrar en numerosos pasajes como en 1 Corintios 3:10-15 que dice: “…….Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo sobreedifica. Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, la obra de cada uno se hará manifiesta; porque el día la declarará, pues por el fuego será revelada; y la obra de cada uno cuál sea, el fuego la probará. Si permaneciere la obra de alguno que sobreedificó, recibirá recompensa. Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego…….” En principio existe un fundamento, que es Cristo nuestro Señor y ese fundamento siempre es puesto por alguien en nosotros; luego viene otro, otro y otro que terminan de edificar, en nosotros, los rudimentos del Evangelio. Cuando tenemos el fundamento y la edificación de Cristo en nosotros, tenemos la libertad para sobreedificar, pero con mucho cuidado, como nos lo advierte Pablito. También nos ofrece la salvedad de conocer que no todas las sobreedificaciones tienen las mismas características y que unas equivalen a sobreedificar con oro y otras con hojarasca, pasando por plata, piedras preciosas, madera o heno. Naturalmente que siempre será mejor realizar una sobreedificación con oro, que con hojarasca. Es evidente que, si vamos a hacer una sobreedificación sobre nuestras vidas o sobre la vida de la Iglesia; esta, muy probable, no tenga un parangón escritural y es en este instante donde los dogmáticos se rasgan, hipócritamente, las vestiduras y esgrimen eso de “…….hablar donde la Biblia habla y callar donde calla…….” , o cosas parecidas. Todos los cristianos, absolutamente todos, tenemos el derecho y hasta me atrevería a decir, la obligación de sobreedificar sobre el fundamento de Cristo, como individuos y como Iglesia, y debemos estar atentos para evitar que haya quienes quieran sobreedificar con heno u hojarasca y animar a quienes lo quieren hacer con oro y plata. Cuidado, Pablito nos dice en Judas 1:4: “…….Porque algunos hombres han entrado encubiertamente, los que desde antes habían sido destinados para esta condenación, hombres impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo…….” Ese tipo de libertinaje lo podemos ver entre algunos, en muchas de nuestras congregaciones. No es que todo lo que sustentan esté fuera de lugar, no; sino que se exceden en sus atribuciones y aprueban para sí el tener ciertas “libertades” como la de fumarse un cigarrillo o tomarse un buen trago de alcohol, de vez en cuando. La gran problemática subsiste cuando, de tanto sobreedificar con heno y hojarasca, lo empiezan a hacer con heces y es entonces cuando caen de la gracia de Dios.
Reflexionemos, queridos amigos y hermanos, y establezcamos, conscientemente, el lugar en donde nos encontramos delante de Dios y a partir de ese estado, empecemos a sobreedificar, con oro, sobre el fundamento de Cristo, que ya tenemos.
Los quiero mucho. Que el señor Dios, todopoderoso, los bendiga rica y abundantemente en el nombre precioso de nuestro señor Jesucristo quien vive y reina en nuestros corazones hasta el fin…….

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