Una exposición del mensaje de Dios ".......para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia......." a toda persona que desee ponerse, humildemente, a los pies de Dios para conocerlo, experimentar el perdón de sus pecados, convertirse en su hijo y gozar las bondades de su salvación esperando su retorno.

domingo, 21 de noviembre de 2010

No pueden ni deben ser descuidados.



No pueden ni deben ser descuidados.
La fe y la buena conciencia son elementos importantísimos del cristianismo, los cuales no pueden ni deben ser descuidados so pena de padecer pérdida irreparable de nuestra condición de santos. Ya lo advirtió el apóstol Pablo cuando dijo: “…….manteniendo la fe y buena conciencia, desechando la cual naufragaron, en cuanto a la fe, algunos…….” 1 Timoteo 1:19. No crea el cristiano actual que nuestro estado, mientras estamos en la carne, permanecerá con nosostros per sé; es impresindible advocarse a su cuidado y uso correctos. Hay quienes piensan que la fe puede ser usada para absolutamente todo y aunque tienen buenas intenciones, no bastan estas para hacerlo de manera correcta. Necesitamos preguntarnos una y otra vez si lo que pretendemos con el uso de la fe es justo o no.
Expresiones como: “Tengo fe en sacarme la lotería”. “Tengo fe que me dará el sí”. Tengo fe en comprarme ese Mercedes Benz”. Son expresiones de una posición egoista de nuestro ser y una aplicación inadecuada de lo que es la fe. La fe, básicamente, es el estado del alma en el cual, la certeza de la existencia de Dios y su manifestación, son conceptualizadas por el individuo hasta el punto de generar una transformación radical, una conversión absoluta que instituye un nuevo modo de vida que ha de perpetuarse hasta nuestra muerte. Es en el camino en donde, por numerosos motivos, el hombre permite ser engatusado por satanás hasta el punto que naufragamos, como lo estipula Pablito en su epístola a Timoteo.
Otra de la particularidades del engaño de don sata, se centra en desviar la habilidad del Espíritu, que mora en nosotros, para inducirnos a creer que ciertas “actitudes” no son pecaminosas ni llevan, en sí mismas, carácter de maldad y es por eso que el cristiano verdadero sucumbe ante este vil engaño porque “cree” que ciertas prácticas son inocuas. Cosas como: Un cigarrito, una cervecita, un bailecito, unas muchachitas y así sucesivamente; engañándonos a nosotros mismos y tratando de minimizar, lo más posible, nuestros actos; nos vamos envolviendo en la vorágine monstruosa del pecado y virtualmente no nos daremos cuenta de ello hasta que realmente sea muy pero muy tarde.
Contra este tipo de cosas es necesario estar atentos en todo lugar y en todo momento. Es importantísima la comunión de los santos; no solamente los días domingos sino, si es posible, a cada instante; porque entre nosotros, si alguien cojea, el otro lo sostiene; no así cuando el cristiano se encuentra solo y desvalido y es “cristiano” solo los domingos. La oración tiene mucho que ver también para no ser engañado. La lectura de las Escrituras, su meditación, su reflexión, la conclusión después de la meditación. La predicación, la enseñanza, el ejemplo, la buena palabra, el buen gesto, la cordialidad, la templanza, la alegría, la consolación. La suma constante y continua de valores positivos que nos engrandezcan y engrandezcan a los demás. El cristianismo es un compromiso total.

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