Una exposición del mensaje de Dios ".......para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia......." a toda persona que desee ponerse, humildemente, a los pies de Dios para conocerlo, experimentar el perdón de sus pecados, convertirse en su hijo y gozar las bondades de su salvación esperando su retorno.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Abrazamos la doctrina de Cristo.




Tanto Judíos como gentiles, debemos entender que, cuando Jesucristo fundó su Iglesia, lo hizo sobre el fundamento de la Ley mosaica, interpretando el Espíritu de la Ley y estableciendo una doctrina que la sintetiza sin sacrificar dicho Espíritu sino, más bien, exaltándolo. Los primeros en convertirse a Jesús, fueron judíos porque Jesucristo era judío y había ido a los suyos, obedeciendo a Dios. El es el Mesías que los judíos esperaban durante siglos y en Él se cumplieron 300 profecías que se encuentran a lo largo del Antiguo Testamento y esto puede ser visto, hoy mismo, por el pueblo de Israel. No solamente no lo recibieron como el Mesías sino que lo mataron.
Dios actuó con gran amor y misericordia con un pueblo, por demás, rebelde y contumaz. El amor de Dios, hacia el Pueblo de Israel, ha sido demostrado a lo largo de miles de años; una y otra y otra y otra vez; pero, como podemos ver, a Dios también se le acabó la paciencia; aunque, en realidad, aun no se le ha acabado porque, hasta hoy, está esperando que todos, judíos como gentiles, procedan al arrepentimiento de sus malas obras y sean perdonados por la gracia de la sangre de Cristo Jesús. El problema que subsiste, entre los judíos y los pecadores del mundo, es que no creen en Jesucristo y al no creer en Él, lo tienen, en sus corazones, bien clavado y muerto en aquella ominosa cruz. Muy diferente a los que sí creemos.
El apóstol Pablo, judío de judíos y perseguidor implacable de los cristianos, antes de creer en Jesús; interpretó, de manera correcta, lo que los judíos, hasta hoy, no pueden interpretar, a pesar que tienen la escritura en sus narices. “…….Mas os he escrito, hermanos, en parte con atrevimiento, como para haceros recordar, por la gracia que de Dios me es dada para ser ministro de Jesucristo a los gentiles, ministrando el evangelio de Dios, para que los gentiles le sean ofrenda agradable, santificada por el Espíritu Santo…….” Romanos 15:15, 16. Pablito trae a colación, en un corto párrafo, cinco citas, veterotestamentarias, que aluden, sin lugar a dudas, la inclusión de los gentiles en el redil de Dios y esto es lo que los judíos no quieren.
Quieren seguir siendo “el pueblo escogido de Dios”; pero ya no lo son porque, somos los judíos y gentiles (que abrazamos la doctrina de Cristo), quienes somos, ahora, el verdadero Pueblo de Dios. Hemos recibido las promesas que eran, exclusivamente, para Israel. Tal es la obcecación que hasta hoy mantienen, que siguen esperando al Mesías y después de casi 2000 años, quieren reconstruir el Templo de Salomón, destruyendo el Domo de la Roca y la Mezquita de El Aksa de los musulmanes, que están en su lugar, desde hace más de 1300 años. Dios, en su bondad y magnificencia, ha proveído, hasta hoy, la manera de volver a ser su pueblo; sin necesidad de encender una conflagración, mundial, de pronóstico reservado.

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