Una exposición del mensaje de Dios ".......para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia......." a toda persona que desee ponerse, humildemente, a los pies de Dios para conocerlo, experimentar el perdón de sus pecados, convertirse en su hijo y gozar las bondades de su salvación esperando su retorno.

domingo, 5 de diciembre de 2010

La herencia del Espíritu Santo.


Lo que le ha acontecido al pueblo de Israel a través de su historia y lo que le acontece hoy; es el testimonio viviente, continuo y sobrecogedor de lo que le acontece a todo aquel que, habiendo tenido, reiteradas veces, pruebas indubitables de la majestad y el cuidado de Dios y de su eterno poder; persiste en seguir pecando obstinadamente pretendiendo hacer su propia voluntad y no la de Él. Es así que, Dios, en su furia, los desechó destruyendo el Templo de Salomón, que era el centro de la adoración judaica y testificando después: “…….sino que los esparcí con torbellino por todas las naciones que ellos no conocían, y la tierra fue desolada tras ellos, sin quedar quien fuese ni viniese; pues convirtieron en desierto la tierra deseable…….” Zacarías 7:14.
Aun, después de este acontecimiento y por la misericordia de Dios; el pueblo de Israel fue reunido nuevamente en Jerusalén y fue reconstruido el Templo de Salomón, por segunda vez, con mayor esplendor que el que antes tenía. Sin embargo, los judíos siguieron prevaricando y sus enemigos, aprovechándose de esta debilidad, fueron introduciendo, en el propio Templo, abominaciones paganas. Cuando Cristo Jesús aparece, en el meridiano de los tiempos, encuentra una casta sacerdotal totalmente reblandecida y corrupta, hasta el punto que permitían que el Templo funcionase como un mercado cualquiera de compra y venta de mercadería de todo tipo. La historia nos narra que Cristo los sacó a empellones, volcando las mesas y sus enseres para luego no permitir que nadie vuelva a hacer lo mismo en su presencia.
Jesús, el Mesías esperado por el pueblo judío, fue quien le dio al Templo su esplendor más grande porque, en él, anunció las buenas nuevas que, supuestamente, los judíos esperaban desde hacía siglos. En Jesús se cumplieron más de 300 profecías mesiánicas que los judíos, como pueblo, no quisieron y/o no supieron reconocer, en su momento, ni los príncipes de Israel ni los sacerdotes del Templo; solo unos cuantos del pueblo que se hicieron cristianos. Tal fue la dureza de sus corazones que conspiraron contra él hasta matarlo en la cruz. Fue en ese momento en que Dios rompió el pacto que tenía con los judíos y como símbolo imborrable de su determinación, el velo que separaba en el Templo el lugar santo del lugar santísimo -en donde moraba Dios-, se rasgó por la mitad. Quiere esto decir que, entre los hombres y Dios ya no hay un velo como en el tiempo de los judíos sino que, en vez del velo, Cristo se ha constituido como mediador entre Dios y los hombres. Qué hermosa figura.
Recordemos que este segundo templo fue destruido por los romanos, aproximadamente el año 70 después de Cristo y la pretensión actual de los judíos es volver a reconstruirlo para volver a adorar a Dios como antaño, sin considerar la historia de Cristo ni su evangelio ni el velo que se rasgo desde arriba hasta abajo en el momento que Jesús expiró en la cruz. Ese velo separaba el lugar santo del lugar santísimo en donde Dios se encontraba con el sumo sacerdote de Israel, una vez al año. No esta demás decir que, ignorar todas estas cosas es ignorar, olimpicamente, la voluntad de Dios. ¿Podrá mantenerse en pie delante de Dios quien tal haga?
Jesús resucitó al tercer día y subió a los cielos delante de numerosos testigos judíos y regresará para juzgar a los vivos y a los muertos; pero antes de regresar nos ha legado la herencia del Espíritu Santo, mediante el cual podemos llegar, nuevamente, al conocimiento de la verdad. Esta es la gran esperanza del pueblo judío y de todos los pecadores del mundo; que Dios, con su supremo amor y misericordia ha previsto un día de salvación para todo aquel que se acerque a Él, contrita el alma y arrepentido de sus pecados. A estos, les concede el perdón de sus pecados, cuando reconocen a Jesucristo como el Mesías que murió por nosotros en aquella cruz. Todos hemos pecado y con nuestro pecado, también, crucificamos al Hijo de Dios. Al hacernos sus hijos nos convertimos en el templo de su Espíritu Santo.
El día de salvación es hoy; no fue ayer ni sera mañana, es hoy porque hoy y en este mismo momento estamos en la presencia de Dios y no es necesario un gran esfuerzo para concebir que esto es verdad. El hoy y el ahora es el lugar de Dios, entonces es hoy y ahora cuando podemos llenarnos de su Espíritu Santo y nos llenaremos si nos arrepentimos de nuestros pecados, si se los confesamos y si hacemos su voluntad comprometiendo nuestro cuerpo y nuestra alma para recibir el perdón de nuestro pecados. 2 a los Corintios 6:2: “.......Porque dice: En tiempo aceptable te he oído, Y en día de salvación te he socorrido. He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación.......” De recibir el Espíritu Santo de Dios dice Hechos 2:38: “.......Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo.......” Cualquiera, en su sano juicio, puede comprender esto.
Dios tiene la predisposición de entregar su Espíritu a todo aquel que lo anhele. En Lucas 11:13 nuestro señor Jesucristo nos recuerda:: “.......Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?.......” ¿Alguna vez se ha puesto Ud. a pensar en la posibilidad de poseer el Espíritu Santo de Dios dentro de Ud.? Cuando esto sucede, las posibilidades de nuestro conocimiento se multiplican por la eternidad. El hacernos uno con Dios, excede con creces la limitación de nuestro entendimiento, ampliándolo hasta el infinito. Qué maravilla, qué virtud, qué amor tan grande de quien nos ha creado y de su hijo Jesucristo. ¿Cómo no rendirles pleitesía por el resto de la eternidad si nos han predestinado a que seamos uno solo con ellos, siendo que nosotros lo hemos ofendido con nuestros pecados?
Una cosa es la predestinación de nuestra existencia en la eternidad que Dios ha creado y otra muy diferente es la aceptación que nosotros dispensemos a dicha predestinación. Algo así, guardando las distancias, como que alguien nos invita a una fiesta y nosotros decidimos si vamos o no vamos; con la salvedad que quien nos invita a esa fiesta es el propio Dios en la persona de nuestro señor Jesucristo. Es una gran tristeza que existan personas que rechacen esta invitación. ¿Ud. también la rechazará?
Los quiero mucho. Que nuestro Dios, todopoderoso, los bendiga en el nombre precioso de nuestro señor Jesucristo, quien vive y reina en nuestros corazones hasta el fin.......

No hay comentarios: